La FSSPX y la conversión de Roma a la Tradición, por el Padre Paul Robinson, 15 de agosto de 2017
lunes, 11 de septiembre de 2017
Excelente artículo de un Sacerdote lúcido
(fuente: La Porte latine; traducción: lahondadedavid.blogspot.com)
Sería bueno recordarles, a quienes
se niegan a admitir que las relaciones entre Roma y la FSSPX son
ahora diferentes a las que fueron antes, que Roma nada reconoció a
la FSSPX durante el largo período que va de 1975 a 2007. Desde
entonces, por el contrario, Roma ha cambiado ligeramente la línea
que proseguía, y ello a fin de acercarse a la línea seguida por la
FSSPX, la línea del “reconocimiento tal como ella es”. El hecho de
que las concesiones de Roma hayan sido casi exclusivamente prácticas
ha dado pie al debate “acuerdo doctrinal o acuerdo práctico”.
Que ese debate, pues, no oscurezca la realidad evidente de que esas
concesiones suponen una nueva situación. La cuestión no es ya la de
“qué debemos hacer cuando Roma se opone a nosotros” sino más
bien “qué debemos hacer cuándo Roma nos favorece”. No es sino
en ese contexto que nuestra primera interrogante puede plantearse, a
saber: ¿la FSSPX debe aceptar una restauración en el plano práctico
o debe alcanzar primeramente una restauración en el plano
doctrinal?
Lo cual nos conduce a nuestro
segundo punto, que es el de que los pasos prácticos hacia una
restauración de la Tradición no pueden estar del todo separados de
los doctrinales, y viceversa. Cada paso práctico hacia la
regularización y la propagación de la Tradición será
necesariamente un paso hacia la restauración de la doctrina
tradicional; cada paso doctrinal dado a fin de corregir los errores
del Vaticano II expandirá necesariamente la Tradición en el plano
práctico. La única diferencia es que algunos pasos serán
directamente prácticos e indirectamente doctrinales, mientras que
otros serán directamente doctrinales e indirectamente prácticos. A
fin de cuentas, es imposible separar la creencia tradicional de la
praxis tradicional; es un todo. Así, cuando una parte se beneficia,
la otra también necesariamente.
Consideren, por ejemplo, la
posiblidad de una prelatura personal para la FSSPX que la dejara tal
como ella es. El día que se produzca el reconocimiento, existirá en
el seno de la estructuras canónicas de la Iglesia una organización
mundial de sacerdotes y de religiosos tradicionales cuya posición
oficial es la de sostener que el Concilio Vaticano segundo contiene
errores que atentan contra los dogmas definidos por la Fe. El hecho
de que Roma apruebe una organización tal y le permita continuar su
bien conocida oposición a ciertos aspectos del Concilio sería un
golpe terrible al Concilio.
Es por ello que el célebre
escritor católico George Weigel le tiene horror a un eventual
reconocimiento de la FSSPX “tal como ella es”. Para él, sería
como consagrar el “derecho a estar en desacuerdo” para los
católicos del mundo entero: “conceder al clero de la FSSPX la
plena comunión con Roma y permitirles estar en desacuerdo sobre la
libertad religiosa (y el ecumenismo) al hacer su profesión de Fe y
su juramento de fidelidad, sería consagrar, por la extraña vía del
ultratradicionalismo, un 'derecho a estar en desacuerdo' en la
Iglesia” (1)
Aunque no compartamos su afirmación de que ello consagraría un derecho a estar en desacuerdo con toda la enseñanza católica, sí coincidimos en que ello consagraría un derecho a estar en desacuerdo con el Vaticano II. Resulta pues imposible que un reconocimiento canónico de la FSSPX no represente un paso hacia la condena de los errores del Vaticano II, aunque en sí no sea un paso doctrinal hacia la restauración de la Tradición sino más bien un paso práctico. Si la FSSPX fuera reconocida tal como ella es, su posición o si prefieren su profesión de Fe, sería ella también reconocida como católica.
Habiendo considerado estos dos
puntos, podemos ahora volver a nuestra interrogante principal: ¿la
FSSPX debería aceptar la etapa directamente práctica e
indirectamente doctrinal hacia la restauración de la Tradición tal
como resulta ser un reconocimiento canónico? ¿O bien la FSSPX
debería concentrarse en obtener una etapa directamente doctrinal e
indirectamente práctica hacia esa restauración?
La
Posición de “esperar a que Roma se convierta”
Algunos han sostenido que un
reconocimiento canónico, aun cuando supone beneficios en cierta
medida , sería finalmente un inconveniente para la restauración de
la Tradición. El razonamiento es el de que la FSSPX debería esperar
a que Roma haga una declaración doctrinal que condene los errores
del Vaticano II, que denominaremos el “razonamiento de la
declaración doctrinal”. El que puede ser resumido así:
-Pero un reconocimiento canónico
pondría en peligro ese fin último de dos maneras (3): -haría que
la posición doctrinal de la FSSPX fuera una más de las opiniones
entre tantas en el seno de la Iglesia conciliar de suerte que
relativizaría esa posición doctrinal. -Introduciría el peligro de
debilitamiento de la posición doctrinal de la FSSPX. -En suma pues,
el reconocimiento canónico de la FSSPX impediría la restauración
de la Tradición en lugar de ayudar a ella, así no habría que
aceptarlo antes de que Roma haya firmado una declaración doctrinal
que condene los errores del Vaticano II.
Lo primero a destacar de esta
posición es la de que propone un criterio de discernimiento para el
reconocimiento canónico de la FSSPX el cual resulta muy diferente al
criterio de Monseñor Lefebvre (“tal como ella es”). Por tres
razones, esta posición rechaza la condición “tal como ella es”
como siendo inaceptable:
Observemos más detenidamente
estas tres razones.
1- El reconocimiento canónico “tal
como ella es” como impidiendo la doctrina tradicional
Hemos mencionado más arriba que un
reconocimiento canónico de la FSSPX constituiría un gran golpe
contra la nota doctrinal de Vaticano II. El razonamiento de la
declaración doctrinal, por el contrario, sostiene que una FSSPX
regularizada canónicamente sería vista como que adhiere a una más
de las opiniones sobre Vaticano II. Desde esta perspectiva, sería
mejor para la FSSPX figurar como estando fuera de la Iglesia, puesto
que ello le permite expresar con mayor claridad y que se le preste
mayor atención a su posición.
Además de no reconocer de que la
posición de la FSSPX ya es percibida como una opinión más -y las más de las veces como una opinión errada- esta posición parece
ignorar el progreso normal de restauración de la Iglesia en tiempos
de crisis. Lo normal es que haya tres estadios: la persecución,
seguida de la tolerancia y luego del privilegio. Por ejemplo, el
catolicismo fue perseguido por el Imperio romano; luego fue tolerado
bajo Constantino, y por último devino la religión privilegiada del
Estado bajo otros Emperadores cristianos posteriores. Para los
católicos condenados a muerte y que no podían reunirse públicamente
para practicar su religión, un estado de tolerancia religiosa era
del todo deseable. No era un bien absoluto, sino relativo, y un paso
hacia una situación mejor, en la cual la Fe católica sería la
religión privilegiada por el Estado, como debe serlo.
Los Católicos pueden pedir la
protección de la ley de parte de un gobierno de estilo pluralista y
que preconiza la libertad religiosa. No están obligados a reclamar
seguir siendo perseguidos hasta que el Estado se convierta a la Fe
católica y establezca el catolicismo como religión de Estado.
Otro ejemplo es el de la crisis
arriana, más ajustado que el primero puesto que se trata de una
situación en la cual la mayoría de las persecuciones provenían del
interior de la Iglesia. Durante un tiempo, los obispos católicos que
profesaban la Fe católica eran exiliados por el Emperador y los
obispos arrianos. Luego Juliano el Apóstata llegó al poder e hizo
volver del exilio a todos los obispos católicos, con el fin de crear
mayor cizaña en la Iglesia. Esta estrategia no funcionó ya que
posibilitó un ambiente de tolerancia para la doctrina de la
Divinidad de Nuestro Señor, la que fue seguidamente restaurada en su
posición de privilegio como era debido y reconocida por el mundo
católico como siendo enseñanza católica.
La posición de la declaración
doctrinal quiere que la Tradición pase directamente de la
persecución al privilegio. Quiere que Roma, después de haberla
perseguido, la privilegie sin pasar por el estadio intermedio de la
tolerancia. Y más aún, percibe el estadio de la tolerancia como
nefasto para la Tradición más que como una ayuda. En resumen, aquí
lo mejor es enemigo del bien. Puesto que la mejor salida (el
privilegio) reluce tanto, el bien de la salida menos buena (la
tolerancia) no es admitida.
Destaquemos al pasar que aún
cuando la marginación que la FSSPX conoció estos cuarenta últimos
años la ha protegido en cierta medida, parece difícil pretender que
ha sido beneficiosa para la extensión de la posición de la FSSPX.
Al contrario, la FSSPX fue colocada en un ghetto por sus enemigos
para evitar que su posición se expandiera, y esta estrategia
funcionó a la perfección.
2- El reconocimiento canónico “tal
como ella es” como siendo un riesgo para la Fe de la FSSPX
Un segundo elemento de la posición
de la declaración doctrinal es el de que la FSSPX, una vez integrada
en la Iglesia conciliar favorecedora de herejías, no podría
resistir el embate de los errores del Vaticano II. Lo que es
preocupante en este elemento es que es sostenido citando a Monseñor
Lefebvre (4) que dice: “ Lo primero que nos interesa es el de
conservar la Fe católica. Ese es nuestro combate. Mientras que la
cuestión canónica, puramente externa, pública en la Iglesia, es
secundaria. Lo que importa es quedarse en la Iglesia...en la Iglesia,
esto es en la Fe católica de siempre y en el verdadero sacerdocio,
en la verdadera misa, en los verdaderos sacramentos, en el catecismo
de siempre, con la Biblia de siempre” (5). Si esta cita es
preocupante, es porque Monseñor Lefebvre era favorable claramente a
un reconocimiento “tal como ella es”. Tomemos por ejemplo lo que
dice en su sermón por los cuarenta años de su episcopado en octubre
de 1987: “Si Roma en verdad quisiera darnos una verdadera
autonomía, la que tenemos actualmente, pero con la sumisión, la
querríamos; siempre quisimos estar sometidos al Santo Padre” (6)
Para hacer justicia a Monseñor
Lefebvre, hay que conciliar la primera cita con la segunda. Si en la
primera cita dice que la Fe es más importante que un reconocimiento
canónico, él está pensando en una situación en la cual la FSSPX
debiera aceptar la nueva misa o la libertad religiosa o algo parecido
para obtener un reconocimiento canónico. No dice que si se
concediera a la FSSPX un reconocimiento “tal como ella es” ella
estaría perdiendo la doctrina tradicional y que en consecuencia
sería preferible quedarse en un estado más seguro de marginación
más que el aceptar un reconocimiento canónico en el cual la FSSPX
podría conservar todas sus posiciones doctrinales.
En la primera cita, Monseñor
Lefebvre dice que la FSSPX debe conservar la Fe católica como
prioridad frente a un reconocimiento canónico si tiene que elegir
entre los dos. En la segunda cita, dice que SI ella puede conservar
la Fe, el verdadero sacerdocio, la verdadera misa, los verdaderos
sacramentos, el verdadero catecismo, etc Y TAMBIEN poseer un estatus
canónico, ella debería aceptar ambos.
Otro problema con la posición de
la declaración doctrinal es que parece no reconocer los peligros
para la Fe en que incurre la FSSPX permaneciendo durante décadas sin
un reconocimiento canónico. Si pudiésemos dividir en dos bandos a
los sacerdotes que se fueron de la FSSPX, uno de los que se fueron
hacia la Resistencia y el sedevacantismo y el otro de los que se
fueron hacia el Novus ordo, el primer bando es bastante más numeroso
que el otro. El número desproporcionado de los ex sacerdotes de la
FSSPX que perdieron la Fe en la visibilidad y en la autoridad de la
Iglesia debería ser un indicio claro de que la situación anormal de
la FSSPX, en sí, constituye un riesgo de perder la Fe en la Iglesia.
La pretendida seguridad para la Fe que proporciona la irregularidad
canónica nos parece pues, por el contrario, del todo precaria.
Como ejemplo particular de lo
dicho, consideremos el tercer punto.
Una imagen -sin duda insuficiente en muchos aspectos- podría ilustrarnos al respecto. Pongamos que un niño tiene un padre ebrio y que el padre le ordena de continuo al niño hacer cosas malas. Pero un día el padre le ordena al hijo que realice algo que restablezca un poco de orden en la casa. En esta ocasión, el hijo haría mal en decir que “a causa de vuestra ebriedad habitual, la orden que me dais es moralmente indiferente. Hasta tanto no os enmendéis de vuestra mala costumbre, es más beneficioso para mí el no aceptar vuestros actos de autoridad -aunque sean de los buenos que retomen el orden en la casa- ya que de esa manera soy un mejor testigo de la bondad de la sobriedad y puedo exigir de vos que os volváis sobrio en un estado de rechazo a la orden”
Por el contrario, el padre tiene
siempre el derecho de exigir obediencia en todo lo que es bueno. El
reconocimiento canónico de la FSSPX no es indiferente, es algo
bueno, en tanto rectifica algo en la Iglesia que es injusto y
anormal. Monseñor Fellay lo dijo en el número de Cor unum publicado
en abril de 2014 : “en sí, el reconocimiento canónico es un
grandísimo bien”. El hecho de que constituya un bien moral impone
a la FSSPX una obligación moral de aceptarlo, si no implica un
peligro para la Fe. El deber de conservar la FE es un deber de mayor
jerarquía, pero el deber de mantener relaciones normales con el
sucesor de Pedro no es facultativo.
Monseñor Lefebvre lo dijo de manera implícita:
En resumen, la posición de la
declaración doctrinal erra cuando cambia el criterio para el
reconocimiento canónico desde aquél que dice que “la FSSPX debe
poder conservar la Fe tradicional” hacia aquél que dice que “Roma
debe profesar la Fe tradicional”. Las razones que alega para
demostrar que el reconocimiento “tal como ella es” impediría la
restauración de la Tradición se derrumban cuando son examinadas, y
en su mérito, el razonamiento pierde toda su fuerza.
La
posición de Monseñor Lefebvre
Nos resta por considerar la
posición de Monseñor Lefebvre en favor de un reconocimiento “tal
como ella es”. Lo que debemos evitar en estas consideraciones es el
de aislar las citas del arzobispo para a continuación construir todo
un argumento en torno a ellas. Es más provechoso descubrir los
principios que motivaron a Monseñor Lefebvre y el cómo ha sido fiel
a esos principios a lo largo de su vida.
Debemos mirar en particular la
visión de Monseñor Lefebvre respecto del rol de la FSSPX y cómo
esa visión se ha visto plasmada en las negociaciones que él llevó
a cabo con Roma acerca del estatus de la FSSPX en la Iglesia.
La restauración de la Iglesia por
medio de los sacerdotes
Es importante comprender que la
visión de Monseñor Lefebvre para la FSSPX data de antes del
estallido de la crisis en la Iglesia. Ya en los años 50, ansiaba
trabajar para la restauración de la Iglesia. El gran medio para esta
restauración e incluso el único medio en su mente, era el
sacerdocio. El sacerdocio, conferido por el sacramento del Orden, es
la última fuente de orden en la Iglesia y se encuentra ligado en
esencia al supremo acto que re ordena al mundo caído, el Santo
Sacrificio de la Misa. Es esta visión la que se encuentra en la base
del famoso sueño que Monseñor Lefebvre tuvo en la catedral de Dakar
en los años 50: “Ante la progresiva degradación del ideal
sacerdotal , trasmitir en toda su pureza doctrinal, en toda su
caridad misionera el sacerdocio católico de Nuestro Señor
Jesucristo...¿Cómo llevar a cabo lo que se me presentaba entonces
como la única solución para la renovación de la Iglesia? Era aún
un sueño, pero en el cual se me presentaba ya la necesidad no sólo
de trasmitir el sacerdocio auténtico, no sólo la sana doctrina
aprobada por la Iglesia sino también el espíritu profundo e
inmutable del sacerdocio católico y del espíritu cristiano unido
esencialmente a la gran oración de Nuestro Señor que expresa
eternamente su sacrificio en la Cruz” (9)
Es a causa de esta visión que al
fundar la FSSPX, Monseñor Lefebvre le otorgó como finalidad primera
la del “sacerdocio y todo lo que dice relación con él y sólo lo
que lo concierne” (10) “Somos una Fraternidad sacerdotal. El
carácter esencial de nuestra Fraternidad es de naturaleza
sacerdotal. Esa es su finalidad” (11)
En la mente de Monseñor Lefebvre
era importante que la FSSPX sea fundada no sobre una base negativa
sino sobre una base positiva. La FSSPX no fue fundada para oponerse a
Roma y al Concilio. Para Monseñor ello no habría sido conveniente.
Fué fundada sobre todo para llevar a cabo una obra positiva, a saber
la formación de buenos sacerdotes:
Monseñor Lefebvre no fundó la
FSSPX para resolver la crisis en la Iglesia. El deseaba que la FSSPX
contribuyera a la restauración de la Iglesia, por supuesto, pero en
tanto que Fraternidad sacerdotal. Al aprobar los estatutos, la
Iglesia no confió a la FSSPX la misión de restaurar a la Iglesia;
la FSSPX no cuenta con los medios para restaurar a la Iglesia porque
ello pertenece a Roma; y su fundador no la constituyó con el fin
inmediato de restaurar a la Iglesia. Como tal, la contribución a la
restauración de la Iglesia no es más que su finalidad última, en
tanto que la formación de buenos sacerdotes constituye su finalidad
primera.
Esta distinción es importante. Si
la finalidad primera de la FSSPX fuera la restauración de la
Iglesia, sería necesario que adopte todos los medios para obtener
ese fin, sin concentrarse en la formación de buenos sacerdotes. Pero
puesto que su finalidad primera es la formación de buenos
sacerdotes, entonces el medio por el cual ella contribuye a la
restauración de la Iglesia se encuentra grabado en el mármol y no
puede cambiar, al menos si la Fraternidad desea permanecer fiel a su
identidad.
El cómo una Fraternidad sacerdotal
restaura la Iglesia
Podríamos preguntarnos el cómo,
en concreto, una Fraternidad sacerdotal trabaja para la restauración
de la Iglesia. Ya mencionamos la visión de Monseñor Lefebvre en
general: formar sacerdotes con una pureza doctrinal y una caridad
misionera. ¿Cómo dichos sacerdotes pueden sobrellevar la más grave
crisis de la Iglesia que el mundo haya conocido?
Las afirmaciones más claras de
Monseñor Lefebvre a ese respecto se encuentran en la primera
conferencia que dió en el retiro de Pascua que predicó poco tiempo
antes de las ordenaciones episcopales. ¿Podemos considerar a esta
conferencia de abril de 1988 como la otra mitad del sueño de Dakar?
En esta segunda mitad del sueño,
el fundador de la FSSPX entrevió cómo su Fraternidad sacerdotal se
ubicaría en posición de obrar eficazmente a la restauración de la
Tradición. Todo comenzaría con un reconocimiento canónico “tal
como ella es”. Acto seguido, gracias a este reconocimiento, la
FSSPX vería cómo le es concedido un oficio en Roma. Luego de esto,
en un momento dado, le seguiría una iglesia de la FSSPX en Roma,
elegida de entre las tantas iglesias romanas que no son utilizadas.
Acto seguido, un seminario de la FSSPX en Roma, el cual atraería
muchas vocaciones de todas partes del mundo. Y puesto que la mayoría
de obipsos es elegido de entre los sacerdotes formados en seminarios
romanos, muchos de los sacerdotes ordenados en el seminario romano de
la FSSPX se volverían obispos y ocuparían diócesis en todo el
mundo. ¿Y la restauración de la Tradición? En un momento dado,
gracias a la presencia de la FSSPX en Roma, al seminario romano de la
FSSPX, a los sacerdotes y a los obispos romanos de la FSSPX, Roma
retomaría nuevamente su propia Tradición.
“Es un lindo sueño” dice Monseñor. “¿Pero quién sabe?” Es un sueño que se alinea perfectamente sobre el concepto que tenía Monseñor Lefebvre de la Fraternidad sacerdotal que él fundó: formar buenos sacerdotes que profesen la Fe íntegra y, por ello mismo, ayuden a restaurar a la Iglesia.
En cuanto a aquellos que tienen la posición de la declaración doctrinal, perciben la finalidad inmediata de la FSSPX como siendo la restauración de la Iglesia y no consideran que un reconocimiento “tal como ella es” favorece esa restauración. Desearían utilizar el estado de supresión canónica en la cual se encuentra la FSSPX como un medio para ejercer presión sobre Roma, a efectos de que ésta condene los errores del Vaticano II. Al preconizar esta posición, tienen una visión en la cual la FSSPX no contribuye a la restauración de la Iglesia principalmente a través de la formación de sacerdotes que profesan la Fe, sino más bien por la presión que ejercen sobre Roma para que ésta profese la Fe.
(1) https://www.firstthings.com/web-exclusives/2017/04/lets-not-make-a-dealat-least-this-deal
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Quizás le esté faltando a este artículo la visión escriturística- escatológica, pero esta visión está ausente de la FSSPX, siendo ella misma un instrumento clave.
ResponderEliminarEstimado Francisco: se participó de ella a la jerarquía de la FSSPX; respecto a los terceros, no veo la necesidad.
ResponderEliminarAnónimo de la perdiz: Santo Tomás dice "en peligro inmediato" (no mediato). Así pues, cuando Roma quiera imponer la misa nueva o una concelebración o la participación en un acto ecuménico, le concedo todos los 'non possumus' que quiera, no antes.
Si, el artículo es lo mejor como exposición y desarrollo de los argumentos de ambas partes, quedando meridianamente claro la falacia mental que sostiene a la "resistencia".
ResponderEliminarMe interesa en algún momento poderle explicar una exégesis que me hace mucho sentido sobre el tema del Katejon y su relación precisamente con este tema de las facciones al interior de la FSSPX.
Estimado Francisco: por la vía privada será mejor. Gracias
ResponderEliminarAnónimo de la perdiz: la respuesta irá en entrada que preparamos
El autor ha asimilado correctamente la distinción tesis-hipótesis del Magisterio de León XIII y la emplea por analogía a las relaciones Roma-FSSPX. El antiacuerdismo es sólo tesis, sin hipótesis, y supone algo de donatismo/purismo eclesiológico.
ResponderEliminarSaludos.
Estimado Martin: ¡precisamente! y queda demostrado con la reacción (agria) a las peregrinaciones a Fátima y a Italia, cuyo éxito habla por sí solo. Y tampoco caen en la cuenta de que el testimonio ya está dado en lo esencial y cualquiera que preguntara, como ha sucedido, '¿de dónde son ustedes?' se lo podía perfectamente remitir a lo que ya obra de la defensa de la Tradición. Los accidentes actuales se ventilan y comentan en forma apropiada y contextualizada, como también puntualizamos una vez. Saludos
ResponderEliminarTambién el anti-acuerdismo tiene algo de deficiente doctrina moral. En efecto, no toda acción que uno realiza en colaboración con otra persona es un acto de cooperación al pecado del prójimo. Parece conveniente recordar un principio metafísico evidente como punto de partida: las acciones son de los sujetos.
EliminarLo que hace tal o cual jerarca modernista es una acción de él, que le pertenece a él y no se "contagia" a los miembros de la FSSPX u otros cristianos que rezan por él, mantienen una conversación doctrinal o incluso le obedecen cuando no hay pecado en hacerlo.
No toda cooperación con los "equivocados/pecadores públicos" es pecaminosa.
Saludos.
Habría que recordarles Mc 2, 15: “Y sucedió que estando él a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores estaban a la mesa con Jesús y sus discípulos, pues eran muchos los que le seguían”.
EliminarEstimado amigo:
ResponderEliminarRecordará que este verano le hablé en Madrid de un texto que había redactado respondiendo canónicamente a los problemas que plantea una posible regularización de la HSSPX. No lo publiqué antes porque esperaba la respuesta prometida por el Padre Jean, de los Capuchinos de Morgón, pero como ésta no lega y pasan los meses, he decidido publicar en mi blog el texto, que espero le resulte de interés: https://clamareneldesierto.blogspot.com.es/2018/03/la-crisis-de-la-iglesia-y-el-estado-de.html
Reciba un cordial saludo.
Jorge Garrido
La regularización no deja de ser un notable cuento sin fin...
ResponderEliminarLa regularización canónica ya parece un notable cuento sin fin al estilo de los mejores de Oscar Wilde.
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