lunes, 17 de agosto de 2015

Conclusión esjatológico-profética



Si algo prueba este tema -apasionante- de los novísimos, es la dificultad que existe para poner un punto final que concilie todos los datos: escriturísticos, magisteriales y de la actualidad. La que nos pareció que era la tesis que cuadraba perfectamente con las Escrituras, no lo era en cambio con la enseñanza de la Iglesia y pudiera o no serlo con respecto a la actualidad (así para algunos el "tiempo de paz" predicho en Fátima ya habría tenido lugar, para otros no, etc ). Luego, la interrogante que nos hicimos a nosotros mismos, sobre cómo explicar la cronología que propusimos con lo repentino de la Segunda Venida, aumentó nuestras dudas.

Y por ese mismo carácter incierto, en esa búsqueda de conciliar todos los datos antes mencionados, hemos hecho un ejercicio diferente: empezar la cronología desde el final hacia atrás. Lo que parecía un intento un tanto descabellado, resultó,  en cambio, en alguna sorpresa.

El último estado que vemos descrito en Apocalipsis es el "Cielo nuevo y la tierra nueva" (Cap XXI) cuya característica saliente es que "la muerte no existirá más".

La referencia al "cielo nuevo y tierra nueva" la encontramos también en la significativa profecía del Apóstol Pedro: "Pero el día del Señor vendrá como ladrón, y entonces pasarán los cielos con gran estruendo y los elementos se disolverán para ser quemados y la tierra  y las obras que hay en ella no serán más halladas. Si, pues, todo ha de disolverse así ¿cuál no debe ser la santidad de vuestra conducta  y piedad para esperar y apresurar la Parusía del día de Dios, por el cual los cielos encendidos se disolverán y los elementos se fundirán para ser quemados? Pues esperamos también conforme a su promesa cielos nuevos y  tierra nueva en  en los cuales habite la justicia " [ y agrego yo, donde no haya más muerte, conforme al Capítulo XXI de Ap. antes citado, o sea el Cielo] (2 Pedro 3, 11)

Aquí vemos una Parusía novísima, en la más pura doctrina alegorista. Pero sigamos con las citas, hacia atrás: "Luego, el fin, cuando entregue a Dios Padre el Reino, después de haber destruido todo Principado, Dominación y Potestad. Porque debe él reinar hasta que ponga a todos sus enemigos bajo sus pies. El último enemigo en ser destruido será la Muerte" (1 Corintios 15, 24). Allí encontramos nuevamente a la "Muerte" (que acabamos de referir en los párrafos anteriores), el Reino y antes, los Principados, dominaciones y potestades (terrenas y enemigas). Este es el tiempo de paz, uno relativamente corto ("un cierto tiempo" como en Fátima...) 

Y luego entonces, hacia atrás, la "gran tribulación", el gran terremoto y las señales cósmicas, éstas últimas que señalan la destrucción del Anticristo, como se desprende de Ez, 28, 7: "Al extinguirte cubriré el Cielo y oscureceré sus estrellas, taparé el sol con una nube y la luna ya no despedirá su luz". Lo que debemos cotejar con "el sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día del Señor, grande y terrible" de Joel 2, 31.

¿Qué resulta? (ahora sí en su orden natural): un Anticristo, un Juicio de las naciones (destrucción de los enemigos de Cristo), un Reino y una Parusía. 

La pregunta "¿cuándo venga el Hijo del Hombre encontrará fe en la tierra?", las circunstancias de tiempo ("como en los tiempos de Noé") y la referencia al "soplo de su boca y el resplandor de su Venida" han de entenderse del anticipo que se hace en esos versículos de la Parusía, con un fin de advertencia a la humanidad, cuyo destino quedará en gran parte sellado con el Juicio de las naciones.

Lo demás (*)  se lo dejamos al Santo Oficio cuando vuelva (...)


(*) se entiende, la explicación del "Milenio". Por ello, hemos borrado las entradas que hacían referencia a él.

3 comentarios:

  1. El problema que veo en el "anticipo" es que no es tan fácil de acomodar con lo que la Iglesia misma ha declarado creer sobre su peregrinar histórico. Así, tenemos que el mismo Catecismo expresa
    677 La Iglesia sólo entrará en la gloria del Reino a través de esta última Pascua en la que seguirá a su Señor en su muerte y su Resurrección (cf. Ap 19, 1-9). El Reino no se realizará, por tanto, mediante un triunfo histórico de la Iglesia (cf. Ap 13, 8) en forma de un proceso creciente, sino por una victoria de Dios sobre el último desencadenamiento del mal (cf. Ap 20, 7-10) que hará descender desde el Cielo a su Esposa (cf. Ap 21, 2-4). El triunfo de Dios sobre la rebelión del mal tomará la forma de Juicio final (cf. Ap 20, 12) después de la última sacudida cósmica de este mundo que pasa (cf. 2 P 3, 12-13).
    Parecería descartarse un "tiempo de paz" entendido como un juicio de naciones previo a la Parusía o al menos dificulta mucho su inserción en el sistema, pues se descarta un triunfo histórico de la Iglesia (y eso sería hipotéticamente el tiempo de paz) y el triunfo de Dios tomaría la forma de Juicio Final.
    Es cierto que el Catecismo no es Dogma de Fe, pero suele explicar muy bien lo que la Iglesia cree en forma didáctica. Por eso tiendo a pensar que el "tiempo de paz" no otra cosa que un tiempo que da lugar al arrepentimiento, sin el acoso del anticristo y el falso profeta y una cierta restauración parcial de la Iglesia. Pero un triunfo de Cristo sobre las naciones, previo a su venida, implicaría el de su Iglesia en el tiempo y parece claro que este triunfo no es otro que el juicio final.
    Me gustaría saber qué piensa de esto.

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  2. Estimado: interesante objeción que merece una respuesta adecuada, lo que haremos cuando tengamos más tiempo. Saludos

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  3. Estimado:
    Creo que se puede conciliar lo que dice el Catecismo con los datos escriturísticos si consideramos que para Dios "mil años son como un día" (con más razón un 'cierto tiempo de paz', que no sería nada a los ojos de Dios).
    Desde esa perspectiva, no hay triunfo histórico (hay intervención de Dios en el Juicio de las Naciones) y el Reino se prolonga en el Cielo, formando un enlace (mediando el Juicio final): por ello se dice que la Jerusalén celestial "baja a la tierra" (de lo contrario se quedaría allí donde está, el Cielo). Allí estaría el misterio de la 'transformación' que dice San Pablo ('los que quedemos para la Venida seremos arrebatados al encuentro del Señor') Saludos

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