“Ora con insistencia, clama sin cansarte y llora con lágrimas
amargas en el secreto de tu corazón, pidiendo a nuestro Padre Celestial, que
por el amor al Corazón Eucarístico de mi Hijo Santísimo ponga cuanto antes fin
a tan aciagos tiempos, enviando a esta Iglesia el Prelado que deberá restaurar
el espíritu de sus sacerdotes.
“A ese hijo mío muy querido lo dotaremos de una capacidad
rara, de humildad de corazón, de docilidad a las divinas inspiraciones, de fortaleza
para defender los derechos de la Iglesia y de un corazón tierno y compasivo. En
su mano será puesta la balanza del Santuario, para que todo se haga con peso y
medida, y Dios sea glorificado”.
(Hacia fines del siglo XVI y comienzos del XVII, la Santísima Virgen de El Buen Suceso previó, en sucesivas apariciones a la Abadesa del Monasterio de la Limpia Concepción de Quito, Venerable Madre Mariana de Jesús Torres, las catástrofes espirituales y materiales que deberían
acontecer en el siglo XX.)
¿Quién es este Prelado a que se refiere la profecía?
Del repaso que hemos hecho de las numerosas páginas de internet que tratan el tema no hemos encontrado los manuscritos originales de donde se extraen estas profecías. En una de esas páginas se evoca una obra titulada "Vida Admirable de la Rvda. Madre Mariana de Jesús Torres" cuya transcripción en portugués se encuentra aquí y extractada aquí.
Nos ha sorprendido la llamativa omisión del pasaje que reproducimos en el acápite en cierta página (aquí) o la sustitución de la palabra "Prelado" por la de "restaurador" (aquí) así como el hecho de que súbitamente desaparece la referencia en la transcripción de esta otra página (aquí), que en realidad era la traducción de una página en inglés que se encontraba en este sitio (aquí). De acuerdo a los comentarios al pie, alguien observó la omisión a su autora y ésta claramente expresó su opinión contraria a la identificación del Prelado que se le formuló...Sobre esta autora, léase aquí. Que el lector atento sepa discernir lo que estas páginas tienen en común...para no llamarse a engaño.
No es tan llamativa, en los de la sedevacancia, la omisión del pasaje que refiere a la corrupción de muchos sacerdotes y a sus efectos: "Con este aparente triunfo de Satanás, se provocarán sufrimientos enormes en los buenos pastores de la Iglesia, y a la excelente mayoría de buenos sacerdotes y al Pastor supremo y Vicario de Cristo en el tierra, el cual, prisionero en el Vaticano, derramará
secretas y amargas lágrimas en la presencia de su Dios y Señor, pidiendo luz,
santidad y perfección para todo el clero del universo, del que es rey y padre"
Esta referencia es por demás interesante. Sin que pretendamos imponer una interpretación de este pasaje hacemos notar lo que se especula al respecto: "En este sentido, vemos una coincidencia entre los mensajes de Quito y de Fátima, sobretodo en lo que dice respecto de la figura del Santo Padre, perfectamente aplicable a Benedicto XVI, que tanto sufrió y fue acusado por esos crímenes" (alude a los casos de pedofilia en el clero)
En cambio, la identificación del "Prelado que habrá de restaurar el espíritu de sus sacerdotes" con Mons. Lefebvre no puede dar lugar a dudas. En primer lugar, porque el contexto de esta profecía es "hacia el final del siglo XIX y la mayor parte del XX" , en medio de una crisis de Fe, y no hay otro candidato que el santo Obispo francés en esas coordenadas de tiempo. En segundo lugar, porque "Prelado" es en la definición que proporciona la Rae un "Superior eclesiástico constituido en una de las dignidades de la Iglesia, como el abad, el obispo, el arzobispo, etc" pero no un Papa como maliciosamente proponen algunos. Y en tercer y último lugar, porque se dice que “para poseer pronto este
Prelado y Padre, harán contrapeso la tibieza de
todas las almas a Dios consagradas" lo que es propio de este tiempo (la característica propia de la "Iglesia de Laodicea" en la que nos encontramos es precisamente la tibieza).
Responderemos ahora a algunas objeciones que pudieran efectuarse a esta identificación:
1) la que dice que la llegada de ese Prelado supone el "fin de tan aciagos tiempos", lo que no ocurrió con Mons. Lefebvre.
Lo primero es señalar que algunos distinguen el objeto del clamor que se pide, uno dirigido a poner fin a esos "aciagos tiempos" y el otro -separado en algunas transcripciones por la conjunción "y"- el envío por parte de Dios de ese Prelado. Lo segundo, que la venida de este Prelado y su obra restauradora supone ya para muchos -saciados en la doctrina y la liturgia- ese final, que en tal caso se ve anticipado a su respecto.
2) la que identifica a ese Prelado con un dignatario eclesiástico ecuatoriano: Podemos leer aquí: "¿Quién será aquel Prelado santo? Ya antes, en la aparición
de 1599, Nuestra Señora se había referido a él como, probablemente, un obispo
de Quito.
'Llegados los tiempos de oro para éste mi monasterio, será
feliz y premiado de Dios aquel Prelado, hijo mío tan querido, el cual,
conociendo con luz divina la necesidad de la sujeción inmediata a los [Frailes]
Menores [o sea, a los franciscanos] para la santificación y perfección de las
hijas de mi Inmaculada Concepción, pedirá al Vicario de mi Hijo en la Tierra
que los Menores gobiernen este monasterio... Este día vendrá cuando la
corrupción de las costumbres en el mundo parezca haber llegado al ápice...'
En otra aparición la Santísima Virgen también habla del
triunfo de la Iglesia, y menciona a un hijo escogido. Aquí no se refiere
expresamente a un prelado, pero tampoco dice si es la misma persona. Lo cierto
es que éste surgirá cuando el mal parezca triunfante y 'la autoridad' haya
prevaricado.
'Pero cuando parezcan triunfantes y cuando la autoridad
abuse de su poder cometiendo injusticias y oprimiendo a los débiles, próxima
está su ruina, caerán por tierra desplomados.
'Y la Iglesia, cual tierna niña, resurgirá alegre y
triunfante, y adormecerá blandamente, mecida en manos de hábil corazón maternal
del elegido hijo mío, muy querido, de aquellos tiempos. Lo haremos grande en la
Tierra y mucho más en el Cielo, donde le tenemos reservado un asiento muy
precioso. Porque, sin temor de los hombres, combatió por la verdad y defendió
impertérrito los derechos de su Iglesia, por el que bien le podrán llamar
mártir' "
Lo primero, no se desprende necesariamente que se trate del mismo "Prelado" y del mismo "elegido hijo mío" que el Prelado a que hacemos referencia. Lo segundo, aplicable al primero de los mencionados, es la explicación que da la misma autora a que nos referimos antes (Marian Therese Horvat): en su libro, la autora aclara que la palabra "Prelado", en el lenguaje del siglo XVII, designa tanto a un dignatario civil como eclesiástico y una solicitud de este tenor bien podría recaer en una autoridad no religiosa. Lo tercero, la alusión al resurgimiento de una Iglesia "alegre y triunfante" no implica concomitancia con su "mecimiento", antes bien, supone una actividad que se presume anterior, en nada contradictoria con la obra de Mons. Lefebvre.
Para finalizar con esta reseña, quisiéramos reproducir las palabras del mismo Mons. Lefebvre en el sermón en ocasión de las consagraciones episcopales de julio de 1988: "Pido disculpas por continuar el relato de esta aparición, pero en ella se habla de un prelado que se opondrá totalmente a esta ola de apostasía y de impiedad y preservará el sacerdocio preparando buenos sacerdotes. Hagan ustedes la aplicación si quieren, yo no quiero hacerlo. Yo mismo me he sentido estupefacto leyendo estas líneas, no puedo negarlo. Está escrito, impreso, consignado en los archivos de esta aparición".
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