Resulta que hay quienes se oponen,
a diestra y siniestra, a lo que dan en llamar “entrismo”, tanto en el campo
político como en el religioso. Claro, no es lo mismo el querer 'entrar' en
política (las más de las veces entendido como integrar un 'partido político'
para disputar elecciones) que el querer 'entrar' en religión (¿o será que
los críticos se oponen a que alguien elija la vocación religiosa?).
Como vemos, recurriendo en parte
a la ironía, el concepto es ya de por sí equívoco. Se puede participar de la
política (de la 'polis') de muchas maneras, así por ejemplo, integrado alguna
corporación en defensa de intereses particulares o en un ámbito municipal, etc.
y no necesariamente integrando un partido político. Y en el campo religioso, se
está dentro de la Iglesia o se está fuera de ella y ningún católico que se
precie de tal podría desear que alguien no 'entre' a la Iglesia o bien que
alguien se 'salga' de ella por no querer obedecer las órdenes legítimas de los
legítimos Pastores...
Pero hay más, puesto que tanto en
el campo político como en el religioso, esta vez en lo estrictamente
formal, hay espacio para reclamar un 'entrismo'. Y para demostrar lo que
acabamos de decir, vamos a recurrir a dos autoridades indiscutidas por su
santidad y por su claridad conceptual.
En el campo político, el mismo
Papa San Pío X aconseja que “tanto a las asambleas administrativas como a
las políticas o del reino vayan aquellos que, consideradas las condiciones de
cada elección y las circunstancias de los tiempos y de los lugares,[…] parezca
que han de mirar mejor por los intereses de la religión y de la patria en el
ejercicio de su cargo público”: habla de 'asambleas políticas' y una de ellas
es el Parlamento, y habla de los 'mejores' y entonces hay 'peores'. Recoge así
la doctrina del 'mal menor', respecto de la cual afirma que nada contiene
“que no sea enseñado actualmente por la mayor parte de los Doctores de Moral”.
En el campo religioso, es Mons. Lefebvre
el que, no contentándose con permanecer en la Iglesia amparado en una
jurisdicción de suplencia dada por la misma ley canónica, pedía a las
autoridades que le dejaran "hacer la experiencia de la Tradición"
(aspecto que recientemente recordó el
Superior General de la FSSPX, Mons. Bernard Fellay). Esto es, el pedía 'entrar'
en las estructuras oficiales, para de esa manera, en igualdad jurídica al
menos, poder ofrecer lo que el resto de los católicos habían perdido, con el
único fin de la salvación de sus almas.
Habiendo visto que no hay ningún
impedimento de orden moral para cualquiera de los dos 'entrismos', vamos a
referir ahora al aspecto práctico, en dónde sí vislumbramos dificultades
coyunturales, que dicen relación no ya con la 'conveniencia' (por el contrario,
San Pío X hablaba de 'obligación de participar' en el campo político cuando
está en juego la Patria y Mons. Lefebvre 'reclamaba' su incorporación a las
estructuras legales de la Iglesia) sino con la 'oportunidad'.
En el tiempo que estamos viviendo
-el de la 'gran tribulación'- se le dió "todo poder" a la Bestia,
incluido el de "hacer la guerra a los santos y de vencerlos",
contando para ello con la ayuda de una segunda Bestia puesta a su entero
servicio (Ap 13). Entonces, se corre el riesgo de ver que nuestros esfuerzos
-tanto en el campo político como en el religioso- sean vanos, al tiempo de
tener que plantearnos si el intento 'entrista' vale o no la pena.
En realidad, ya vimos que -en los
dos casos- hay obligación de 'entrar', sea por obligación frente a la Patria,
sea por una orden legítima de la Iglesia y ante tal obligación, el eventual (o
si prefieren, casi seguro) fracaso al que se está destinado, cede. Pero a su
vez, el 'poder' dado a las fuerzas anticristianas, es sólo eso, un 'poder', que
podrá ejercerse o no, y el que podrá revestir distinta intensidad, todo según
los casos.
Y por otro lado, algún 'bien' se
podrá realizar, que redunde en beneficio de quien lo lleve a cabo, como de los
demás. En todo caso, lo importante será no condescender con el sistema democrático
liberal (salvo en el límite de lo permitido que es, como vimos, el de propiciar
un 'mal menor') o con el modernismo enquistado en la Iglesia (invocando, si la
situación lo requiere, alguna causa de justificación).