jueves, 25 de junio de 2020

Benedicto XVI y la "salida" del Vaticano



En estos días la prensa católica y en particular algunos medios católicos han analizado el viaje que Benedicto XVI realizó a su tierra natal, más concretamente a la ciudad de Ratisbona,  con el alegado motivo de visitar a su hermano enfermo, el P. Georg Ratzinger de 96 años  (el Papa emérito tiene 93 años).

El hecho no pasó desapercibido, ya que se trata de la segunda vez en siete años que deja su retiro, la primera ocasión fue para pasar unos días en Castel Gandolfo, cerca de Roma. La comitiva estuvo integrada, en la reciente visita, por su secretario, el Arzobispo Georg Ganswein, algunas religiosas y personal de seguridad. 

Nosotros ya hemos definido lo que nos pareció el pontificado del Papa alemán (y en esto podemos ver alguna coincidencia con la visión del ex Arzobispo Vigano el cual expresó que el mismo significó una suerte de 'desaceleración' de la Revolución conciliar): un Papa 'conservador' pero de los 'logros conciliares', especialmente los de su predecesor, de quien continuó la línea sólo con un barniz 'tradicional'. Su mayor mérito en este sentido fue la liberación de la Misa tradicional y el levantamiento de las 'excomuniones' a los Obispos de la FSSPX (y en esto ofició como causa necesaria para que Francisco otorgara de hecho un reconocimiento canónico a la referida Fraternidad).

Lo cierto es que se especuló mucho sobre las verdaderas intenciones del viaje, desde remarcar que el escudo de la ciudad de Ratisbona presenta dos llaves al modo de las llaves del Vaticano, pasando por la eventualidad de que el Papa emérito no regresara al Vaticano, hasta señalar lo raro que este viaje suponía. Pero nos queremos detener en una de estas especulaciones, que es la que trae a colación uno de los sueños de San Juan Bosco, que dicen relación a un Papa que sale del Vaticano con su séquito para luego hacer un retorno triunfal, con canto de 'Te Deum' incluído.

Transcribimos algunos pasajes (el texto completo, en portugués, se encuentra aquí): 

"En ese momento, se vio una multitud de hombres, mujeres, ancianos, niños, monjes, monjas y sacerdotes, con el Pontífice al frente, dejando al Vaticano en procesión. Pero he aquí hay una tormenta furiosa que oscurece algo esa luz. Una batalla parecía librarse entre la luz y la oscuridad. Llegamos a una pequeña plaza cubierta de muertos y heridos, muchos de los cuales pidieron consuelo en voz alta.

Las filas de la procesión se volvieron bastante delgadas. Después de caminar por un espacio de doscientos amaneceres, cada uno se dio cuenta de que ya no estaba en Roma. El asombro invadió los espíritus de todos, y todos se reunieron alrededor del Pontífice para proteger a su persona y ayudarlo en sus necesidades.
(...)
Cuando, por fin, pisó la ciudad santa, comenzó a llorar por la desolación en la que se encontraban los ciudadanos, muchos de los cuales ya no existían. Al entrar de nuevo en Roma, cantó el Te Deum, que fue respondido por un coro de ángeles, cantando: 'Gloria in excelsis Deo, et pax in terris hominibus bonae voluntis'. Cuando terminó el canto, la oscuridad había cesado y apareció un sol muy brillante. Las ciudades, los pueblos, los campos tenían una población muy reducida, la tierra estaba pisoteada como por un huracán, una tormenta y un granizo, y la gente se dirigía a los demás diciendo con un espíritu conmovido: "Hay un Dios en Israel". Desde el comienzo del exilio hasta la canto del Te Deum, el sol salió doscientas veces. Todo el tiempo necesario para lograr estas cosas corresponde a cuatrocientos amaneceres ".

Pues bien, la analogía pretendida con la 'escapada' de Benedicto XVI se termina allí. En realidad, nuestra interpretación del sueño es otra: la "noche oscura" es la que comenzó con Juan XXIII, la 'luz esplendorosa' es la de [ed. las apariciones de Fátima], la "salida del Vaticano" (del Pontífice y su séquito de seglares y clérigos) no puede ser  sino una 'salida' de la verdadera doctrina con 'muertos y heridos' que son las víctimas de esas desviaciones. Le sigue un estrechamiento de las filas de los fieles (la 'apostasía' se hace general); el 'percibir que no se estaba más en Roma' no tiene sentido si se refiere a una salida física y no es otra cosa que la toma de conciencia (por parte de algunos) del hecho de haberse apartado de la doctrina y liturgia tradicionales. 

Luego se ve al Papa (aclarando que no debemos personalizar), el cual es rodeado por los fieles asustados que buscan reunirse entorno suyo y asistirlo en sus necesidades, pero los 'hijos verdaderos' imploran todavía su retorno  y por ello estamos en condiciones de afirmar que, al presente, ni Benedicto ni Francisco están en la verdadera doctrina (dicho esto para los 'benevacantistas' pero también para los 'franciscofóbicos' que dejan de rezar por su conversión). Acto seguido, se describe el auxilio de la Madre de Dios a través de 'ángeles' o mensajeros que sugieren que  'los pobres serán los evangelizadores de los pueblos' y de entre ellos se tomarán a los 'levitas' (ya no habrá cabida para los 'expertos' o los 'teólogos'). Y finalmente, la 'vuelta a Roma', que no puede significar otra cosa que el retorno a la Tradición, pero en un cuadro de desrucción material y humana, lo que hace suponer que dicho triunfo sigue a un juicio general, que será el anticipo de la Venida de Cristo.

sábado, 20 de junio de 2020

Mas sobre los errores doctrinales del Concilio Vaticano II y soluciones a futuro




La carta de Mons. Viganò ha sacudido el ambiente de comodidad en que estaban sumidos los partidarios de la falsa "hermenéutica de la continuidad", la que, como hemos demostrado en los comentarios al pie de la nota "AyFilemón", resulta imposible de aplicar: no es posible "interpretar" en forma católica a "Dignitatis Humanae" (pero de hecho no se agota en esa Encíclica, los errores pululan y se extienden a las Encíclicas y otros documentos post conciliares). Y se trata de errores de Fe (herejías) y no sólo errores materiales o sin alcance doctrinal.

Tanto es así que nos hemos permitido intervenir en el portal "One Peter Five" para rebatir los intentos de los modernistas que desafían a quienes impugnamos al Concilio a que "demostremos las contradicciones (y no solo las ambigüedades que alcanzan a admitir) con el Magisterio anterior". De hecho se espera que, atento a la dificultad práctica de encontrar esas pruebas (hay que repasar el vastísimo cuerpo doctrinal previo al Concilio Vaticano II) ello pueda hacer caer la dicha impugnación, pero se equivocan. A pesar de no ser el inglés una lengua que manejamos especialmente, igual acometimos la tarea de mostrar el error del "Indiferentismo" que exhibe Dignitatis Humanae  y también de Nostra Aetate en cuanto a que la "Iglesia mira con aprecio a los musulmanes que adoran al único Dios..."

Es justo reconocer que, en el primer caso, lo hicimos en base a la inestimable colaboración de un anónimo en esta bitácora, que aportó la condena N° 79 del Syllabus como base para esa contradicción (en la oportunidad nosotros habíamos ensayado la demostración de la contradicción por vía de la argumentación tomista de la "libertad para el bien"  y de que "el error no tiene derechos").

En relación a DH, el defensor de la postura de la continuidad en "One Peter Five" se basó en una defensa que a la postre resultó en un sofisma, el que finalmente fue desbaratado por nosotros. Esta vez no se centró en la "obligación de rendir culto a Dios" como fue el caso del contradictor anterior en los comentarios al pie de "Ay Filemón", sino en el hecho de que la salvedad del "justo orden público" incluye -esto dicho por la propia DH- la "salvaguarda de la moralidad pública". El defensor de la postura de la continuidad sostuvo que la "propagación  del indiferentismo", al ser un atentado a la "moralidad", no quedaba pues incluída en la condena del Syllabus.

El argumento es totalmente falaz, como lo demostramos: la distinción entre Fe y Moral está en la Tradición de la Iglesia (e.g. el "objeto de la infalibilidad") y la condena del Syllabus tiene un doble objeto, el "indiferentismo" individual (N° 15-16) y el "indiferentismo" del Estado (N° 79), pero ya la propia libertad de cultos es "indiferentismo", por lo que la salvedad de la "moralidad pública" no puede nunca consistir en la "propagación del indiferentismo", ya que éste se encuentra ínsito en la "libertad religiosa" (como prueba aportamos la cita de Gregorio XVI en "Mirari vos").

Respecto de NA, la discusión se llevaba por otros, y entre los defensores de Verdad se recurría a  silogismos extraídos de las Escrituras que muestran a las claras la contradicción con la afirmación conciliar de que los musulmanes "adoran" al "Único Dios". Basta conocer que los musulmanes no creen en la divinidad de Cristo para ello. Pues no, el defensor de la postura de la continuidad exigía la "contradicción con el Magisterio anterior" (en realidad podríamos nosotros exigirles que ellos demuestren la continuidad, pero son incapaces de hacerlo).

Pues bien, esa contradicción la expusimos así: NA dice que los musulmanes adoran al Dios verdadero, la adoración es un acto de Fe (los musulmanes "no tienen fe": Papa Calixto III) y es un acto de culto (la manera como Dios quiere que lo adoremos: "en Verdad"). "Mortalium animos" de Pío XI cita a Lactancio: sólo la Iglesia católica conserva el culto verdadero...". Con lo cual queda claro que los musulmanes no "adoran" al Dios verdadero. A lo más es adoración "material" pero no "formal" y sabemos que la esencia de algo está dada por materia y forma.

Atento al hecho incontrovertible de los errores conciliares, algunos se preguntan si en el futuro no habría que dejar sin efecto todos los documentos conciliares.  Esto fue tratado por el propio Viganò y ahora por el Abbé Barthe en respuesta a éste último: “Usted muestra con razón que este proyecto, "incluso con las mejores intenciones, socava los cimientos del edificio católico": de hecho, oponer el magisterio de mañana al de hoy, que contradice al de ayer, conduciría al hecho de que ningún acto magisterial jamás sería definitivo. Por lo tanto, en un suplemento del 15 de junio (Iglesia y postconcilio), usted opina que un futuro papa "podría cancelar todo el Concilio".  Si se me permitiera ampliar su análisis, diría que la única solución para contradecir un acto anterior con un acto magisterial es notar que el acto en cuestión no es magisterial en toda su fuerza. Por ejemplo, el Pastor Æternus, del Concilio Vaticano I, en 1870, canceló efectivamente el decreto Frequens del Concilio de Constanza, en 1417, que afirmaba institucionalizar la superioridad del Concilio sobre el Papa. Esta cancelación fue posible porque la Santa Sede nunca reconoció el valor dogmático de Frequens. De la misma manera, con el Vaticano II, nos encontramos en la misma situación que Frequens, ya que los órganos del propio Concilio (Dz 4351) y todas las interpretaciones posteriores significaron que este Concilio era de naturaleza puramente "pastoral", es decir, no dogmático”.

Sin querer agotar el tema, pensamos que lo que afirma el Abbé Barthe parece criterioso y en concordancia con lo que sostuvimos atinente a la infalibilidad del Magisterio.

martes, 16 de junio de 2020

Viganos

Esta entrada pretende ser una secuela de aquella otra en la que manifestábamos nuestra desconfianza en las pretensiones del ex Arzobispo Viganò en esa ocasión. De esta postura pública del ex Arzobispo a las más recientes ha habido una evolución  que lo aproxima a la postura de la Tradición verdadera pero que no obstante no deja de presentar algunas incógnitas que intentaremos despejar, de ahí el plural en el onomástico en el título. Todo lo cual hace inconveniente, nuevamente, la intención de los cismáticos del "Non serviam" para que la FSSPX se pronuncie apoyando al ex Arzobispo.

En el conciliarismo hay, si se puede afirmar, tres "vacas sagradas": el propio Concilio Vaticano II, el Novus Ordo Missae y la figura de Juan Pablo II (a la que algunos añaden -como algo inseparable- la de su fiel colaborador, el Cardenal Ratzinger, devenido en Benedicto XVI). Para que podamos decir que alguien es fiel a la Verdad y a la Tradición de la Iglesia debe haber superado las tres, y no sólo una o dos de ellas. 

Pues bien, el Viganò de la denuncia original no manifestaba una renuncia a ninguna de las tres "vacas sagradas", sólo una crítica a una de sus consecuencias (los abusos sexuales del clero) en la medida que, siguiendo a San Pablo, es dable ver en esas perversiones una previa defección en la Fe (aunque es justo distinguir, como lo hicimos, el pecado individual que no implica necesariamente esa defección, del pecado como institución, que supone también una desviación doctrinal instalada).

El Viganò del reciente texto deja de lado, de un plumazo, a la "vaca sagrada" del Concilio Vaticano II (en sus enunciados y en el pretenso diferente "espíritu", que en realidad vienen a constituir una misma cosa), a la "vaca sagrada" del Novus Ordo Missae ("El que tengamos una liturgia protestantizada y a veces incluso paganizada, se lo debemos a la revolucionaria acción de monseñor Annibale Bugnini y a las reformas postconciliares") y pensamos que también a la "vaca sagrada" de Juan Pablo II ("y creímos sinceramente que ver a Juan Pablo II rodeado por brujos sanadores, monjes budistas, imanes, rabíes, pastores protestantes y otros herejes era prueba de la capacidad de la Iglesia de convocar a todos los pueblos para pedir a Dios la paz, cuando el autorizado ejemplo de esta acción iniciaba una desviada sucesión de panteones más o menos oficiales, hasta el punto de ver a algunos obispos portar el sucio ídolo de la pachamama sobre sus hombros, escondido sacrílegamente con el pretexto de ser una representación de la sagrada maternidad") [ndr: notamos especialmente que el exArzobispo no le agrega el "San"]

Con respecto a Benedicto XVI, hay una suerte de disculpa hacia su figura: "Y si, hasta Benedicto XVI podíamos todavía pensar que el golpe de estado del Concilio Vaticano II (que el Cardenal Suenens llamó “el 1789 de la Iglesia”) estaba experimentando una desaceleración...", aunque la misma no está exenta de razones. El problema es que no visualiza que Benedicto XVI forma si se quiere  un tándem con Juan Pablo II, puesto de manifiesto en la constante evocación a la figura y a las acciones de este último por parte del primero (como queda claro en la reciente biografía que publicó Peter Seewald).

¿Cuál es entonces nuestra principal reserva para no cantar "victoria" con este "hijo pródigo" (tratando de que no se nos cuele la mala actitud del 'hermano mayor' de ese hijo pródigo)?: que  el texto no contiene una sóla mención a los únicos Obispos que se opusieron oficialmente a los desvaríos teóricos y prácticos que el menciona, los beneméritos Monseñores Lefebvre y Castro Mayer, omisión muy llamativa. Y en ello, mal que les pese a los del cisma del "Non serviam", es muy diferente a la valerosa actitud del Obispo filipino Monseñor Salvador Lazo.

Por último, no podemos dejar pasar la misiva que el exArzobispo Viganò enviara al presidente estadounidense Trump, país en el que ejerciera como Nuncio Apostólico. La misma nos parece más una expresión voluntarista que una meditada reflexión, puesto que dista de la explicación de San Agustín de las "dos Ciudades", por la cual mientras estamos en el tiempo no es posible saber con exactitud quiénes son los hijos reales y verdaderos de la "Ciudad de Dios" y quiénes de la "Ciudad terrena",  máxime tratándose del presidente de la principal potencia mundial, potencia que no se caracteriza precisamente por su humildad o por el "amor a la Verdad"...

jueves, 11 de junio de 2020

Ay Filemón



...te taparon la boca dos exponentes de los 'neo tradis' los cuales -ellos sí- han aprendido la lección y han sabido sacar las conclusiones adecuadas a la crisis que padece la Iglesia desde los años sesenta y se han aproximado -naturalmente- a las posiciones que fueron las de siempre en la Fraternidad San Pío X. Ya no hay margen para el error: "errare humanum est, perseverare diabolicum". Pero es lo que hace el "Padre Filemón" del blog de la mecha-que-se-apaga, como  hereje modernista que resultó ser.

Precisamente, la dicha herejía es ante todo un error filosófico, donde "el intelecto renuncia a su capacidad de saber y conocer las cosas en sí mismas. Se priva a sí mismo del trampolín de la realidad: ¿por qué sorprenderse, entonces, de que se reconozca incapaz de elevarse hasta el Origen de la realidad? Pero, al exiliarse de la realidad, el intelecto automáticamente se retrae hacia sí mismo" y  cuyas consecuencias son, entre otras: "el culto al “ego” en todos los niveles, un retorno al subjetivismo, destronando a Dios y colocando al hombre en su lugar y en el cual el dogma se encuentra en evolución perpetua".

"Fray Filemón" se niega a aceptar la realidad de los errores del Concilio Vaticano II, por caso el expuesto por Mons. Schneider de la "supuesta legitimidad del ejercicio de la libertad religiosa teorizada por el Concilio Vaticano II en contradicción con el testimonio de la Sagrada Escritura y con la voz de la Tradición, y en contradicción también con el Magisterio católico, que es el fiel guardián de ambas" como transcribe Mons. Viganò. 

Y todo ello para no reconocer, como sí lo hace Mons. Viganò,  el "vínculo causal entre los principios enunciados -o implícitos- del Concilio Vaticano II y su consiguiente efecto lógico en las desviaciones doctrinales, morales, litúrgicas y disciplinarias que han surgido y se están desarrollando progresivamente hasta el día de hoy".  Porque "Fray Filemón" lo que hace es construir un "altar a esos principios y cadalsos a sus consecuencias".

De allí que busque convencer a unos incautos de que la "FSSPX es herética"  o de que la misma no reconoce que el "ecumenismo es bueno a pesar de que venía de antes del Concilio Vaticano II" o de que "todo 'concilio ecuménico' es infalible"...porque para él la Tradición no es algo fijo e inmutable (que  el Magisterio solo puede explicitar) sino cambiante. 

El último bote de salvataje bajo el cual se parapetaba "Fray Filemón" era el de la "hermenéutica de la continuidad" que propulsó Benedicto XVI, la cual no es más que otra negación de la realidad (como ya vimos, una nota saliente del "modernismo") que consiste en hacerle decir al Concilio lo que éste no dijo. "Fray Filemón" pretende excusarse echando la culpa al "espíritu del Concilio" que es precisamente la estratagema que Mons. Viganò desmonta con claridad: "Este “espíritu del Concilio” es la patente de legitimidad que los innovadores oponen a sus críticos, sin darse cuenta de que ello es confesar, precisamente, un legado que confirma no sólo la naturaleza errada de las declaraciones presentes, sino también la matriz herética que supuestamente las justifica".

martes, 2 de junio de 2020

Sobre la nota o peso doctrinal de los Concilios ecuménicos

En la entrada anterior decíamos que los temas se acotaban, en el supuesto de que algunos temas ya habían sido suficientemente tratados en el pasado por teólogos o pensadores católicos y de que, en consecuencia,  no hay margen para debatir lo que ha quedado ya demostrado, como verdadero o falso, en este campo. No deberíamos pues vernos en la obligación de reiterar estas demostraciones, las que por otra parte se encuentran al alcance de todos vía la lectura de textos apropiados o inclusive de páginas web autorizadas. Pero atento a que algunos perseveran en el error y de esta suerte confunden a muchos, haremos una excepción con el tema puntal de la nota o peso doctrinal de los "Concilios ecuménicos".


A este respecto, podemos recurrir a las fuentes de las FSSPX, muy abundantes por cierto. Pero a efectos de que no se nos acuse de parcialidad, vamos a hacerlo con fuentes externas, inclusive alguna decimonónica, como es el caso del estudio "El dogma de la infalibilidad" de Mgr Louis-Gaston de Ségur (1872).

El autor mencionado define lo que debe entenderse por "Concilio ecuménico":  es aquel 1) convocado por el Papa o al menos con su consentimiento; 2) en el que todos los Obispos han sido convocados (no es necesario que concurran todos); 3) el que una vez reunido sea presidido por delegados papales o por el Papa mismo; 4) y en el que los decretos del Concilio son confirmados oficialmente y públicamente por el Papa.

Por este lado, nada que decir sobre el Concilio ecuménico de Vaticano II.

Ahora bien, Mgr de Ségur aclara que "La infalibilidad de la Iglesia se resume en el Papa; como la personalidad humana en la cabeza; como la seguridad del rebaño en el pastor. Esto no quiere decir que el cuerpo episcopal sea disperso, sea reunido en Concilio, no participe del divino privilegio de la infalibilidad... Pero, dejémoslo claro,  no se da en ellos sino porque están con el Papa y en tanto no son más que uno con el Papa. Les comunica la infalibilidad sólo en cuanto están unidos al Infalible, Vicario del celeste Infalible".  Esto es, su infalibilidad es "secundum quid", en la medida que su jurisdicción deriva de la del Papa. 

Conclusiones provisorias:  1) en el Concilio ecuménico Vaticano II los Obispos reunidos estaban con el Papa; 2) puesto que estos participan de la Infalibilidad del Papa, es necesario estudiar si el Papa ejerció o no su infalibilidad en los términos precisados por el Concilio Vaticano I: que aquél defina una doctrina, en materia de Fe o Moral, mandando creer  a todos los fieles bajo anatema. 

Pues bien, en este último aspecto, existe la confesión de parte: "El 29 de septiembre de 1963, tras una sencilla ceremonia inaugural y un discurso de Pablo VI, comenzó la segunda sesión del Concilio. En el discurso de apertura Pablo VI habló ya en una actitud de verdadera colegialidad, él quería actuar en unión fraterna con los demás hermanos obispos, en un esfuerzo común por renovar la vida y el servicio misionero de la Iglesia. Subrayó explícitamente el carácter pastoral del Concilio y enunció sus cuatro objetivos principales. El Concilio debía centrarse en “manifestar la virtud vivificante del mensaje de Cristo, pensando en las necesidades del mundo contemporáneo”.

Así pues, el Concilio ecuménico Vaticano II no deriva su infalibilidad del Magisterio extraordinario. Pudo haberlo sido del Magisterio ordinario infalible, entendido como aquello que "ha sido creído siempre y en todo lugar" como lo enseña el Conmonitorio de San Vicente de Lerins? Esto ya lo desmentimos en la entrada anterior, existen postulados del Concilio Vaticano II (por caso, lo relativo a la "libertad religiosa") que contradicen el Magisterio infalible anterior, y los mismos  fueron contestados al menos por una parte del episcopado. 

Aquí conviene hacer un paréntesis y remitirnos a un estudio reciente del excelente blog "Infocaótica", el cual se plantea tres interrogantes: 1) Si todo concilio ecuménico debe contener magisterio infalible; 2) Si todo el contenido doctrinal de un concilio ecuménico debe ser infalible y 3)Si es posible que un concilio ecuménico se abstenga de enseñar de modo infalible y que al mismo tiempo enseñe de modo no definitivo. La respuesta a la primera interrogante es negativa y cita el Concilio de Lyon (1245), el cual  no contiene definición magisterial infalible alguna y sobre este punto es pacífica la doctrina. En respuesta a la segunda interrogante se cita a autores que dejan en claro que "es necesario distinguir entre la definición de un dogma, y las razones, explicaciones, etc., añadidas a la misma. La infalibilidad sólo puede pertenecer a la definición misma.» De estas dos respuestas surge claramente la respuesta a la tercera interrogante: "Dado que no se trata de elementos que sean condición necesaria de ecumenicidad, es posible que un concilio sea ecuménico combinando ambas notas. En virtud de la primera, se abstendría de definir de modo infalible; y en virtud de la segunda podría enseñar de modo no definitivo, pidiendo los diversos grados de asentimiento que se conocen respecto del magisterio no infalible". 

Con respecto a este último género de enseñanza que podría denonimarse del "Magisterio mere auténtico" esto es, el que se basa en el argumento de la autoridad,  ya hemos dicho que no es alcanzado por la infalibilidad  y que por tanto, si en él hubiera algún error,  no puede obligar puesto que ello contradice las enseñanzas de la moral que nos obligan a rechazar el error.