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sábado, 2 de abril de 2022

"Nunc dimittis" de la Tradición y despedida del blog


La consagración de Rusia por el Papa y todos los Obispos significó el "Triunfo del Corazón Inmaculado de María", tan anhelado por muchos durante tanto tiempo y respecto del cual se editaron tantos libros, folletos, estampas, etc. Decimos que significó el "triunfo" puesto que Nuestro Señor mismo, a la pregunta de porqué no convertía a Rusia sin necesidad de la consagración, respondió: "porque quiero que toda mi Iglesia reconozca esta consagración como un triunfo del Corazón Inmaculado de María". Pero el 'triunfo' se concretará cuando Rusia se convierta y haya paz en el mundo y, en ese instante, se asocien  los portentos con la simple ceremonia realizada el 25 de marzo pasado.

 

A su vez, la concreción de las promesas representará el 'triunfo' del combate de la Tradición católica, puesto que, como analizaremos a continuación, la conversión de Rusia se enmarca en la conversión final de la 'gentilidad' y la paz mundial es la 'paz mesiánica' tantas veces aludida en las profecías vetero y neotestamentarias. De suerte que, el acto del 25 de marzo pasado, aniversario de la muerte de Monseñor Lefebvre, puede ser considerado como su "Nunc dimittis". Cuando el Santo Simeón vió al Niño Jesús en su presentación en el Templo de Jerusalén, exclamó: “Ahora, Señor, puedes dejar que tu siervo vaya en paz…porque han visto mis ojos tu salvación...” (Lc 2, 29-32)

 

La consagración de Rusia calza perfectamente con los tiempos apocalípticos que mencionamos en nuestro Album: la "Iglesia de Laodicea", la última, en la cual Cristo está "a las puertas"; "Sexto Sello", el de la 'gran tribulación' que llega a su fin con el 'gran día del furor"; "Séptima trompeta" que hace alusión al último 'ay', el cual vendría a ser la herejía modernista y a las calamidades que le ponen fin; "Sexta plaga" que nos refiere la convocatoria para "Armagedón" y nos previene "mira que vengo como ladrón". Esto es, estamos en las vísperas del fin de los '1260 días' simbólicos de la profecía de Daniel y de su equivalente neotestamentario (Ap 12),  lo que se conoce como "Juicio de las naciones", "Día de Yahweh", "Resplandor de su Venida" y que supone la caída de las "Bestias apocalípticas" (Ap 19, 20),  seguida por la de todo "Principado, Dominación y Potestad" (1 Corintios 15, 24).

 

Y aquí emerge un primer cuestionamiento: ¿cómo será posible que a un acto de consagración le sigan tamañas calamidades? La respuesta más prudente que podemos dar es la que ya hemos adelantado, en cuanto a que la 'justicia divina' y la 'paz' no son incompatibles. Otra respuesta implicaría adentrarnos en el farragoso tema del 'arrebato' (1 Tes, 4, 13-17) o bien sopesar la advertencia de Cristo de 'velar y orar' a fin de que seamos "dignos de escapar de todas estas cosas que han de suceder" (Lc 21, 36).

 

Otra duda que asalta es la del orden en que tendrán lugar los acontecimientos. La "conversión de Rusia" no la vislumbramos como un simple acuerdo con las autoridades -quizás hasta sin 'abjuración' previa-, con un 'marco canónico' que podría ser un 'Patriarcado' y con una coexistencia con el modernismo imperante actualmente. No se corresponde ello con la fuerza de la palabra 'conversión' utilizada por la Santísima Virgen. La "conversión" sería un hito que marcaría el "fin del tiempo de los gentiles" (Lc 21, 24), seguida de cerca por el final o 'apresamiento' del "Falso profeta" o "Iglesia conciliar" y convergiendo en la  conversión de los hebreos (Rm 11, 25).

 

Y todo ello junto, representando lo que San Luis María Grignon de Montfort profetizó en su "Oración abrasada": "El reino especial de Dios Padre duró hasta el diluvio y terminó un diluvio de agua; el reino de Jesucristo terminó por un diluvio de sangre; pero vuestro reino, Espíritu del Padre y del Hijo, continúa actualmente y se terminará por un diluvio de fuego, de amor y justicia".

 

Ante tal perspectiva, nos ha parecido que el blog ha cumplido el rol que se asignó ya en su "primera época", el de apuntalar al "remanente fiel", y que se prosiguió en la "segunda época" con el énfasis puesto en los mensajes de Fátima y en la realidad apocalíptica en que vivimos. Es tiempo de mantener la "lámpara encendida", no sea que cuando lleguen las Bodas, nos encuentre dormidos (Mt 25, 1-13).


sábado, 5 de febrero de 2022

Refutación de ciertos errores proliferantes en la Orden “San Elías”

Lo del título es una transcripción irónica del elegido por el P. Federico Highton para pseudo rebatir una conferencia del P. Bianchetti de la FSSPX. Es irónico puesto que aún en el supuesto que el Padre referido en último término hubiese incurrido en errores, éstos no serían imputables a la Fraternidad San Pío X como tal, como emanado de algún documento oficial o que comprometiese a todos sus miembros. Del mismo modo que los dichos del P. Highton no comprometen a la “Orden San Elías” o corresponden necesariamente al pensamiento del P. Olivera Ravasi (otro miembro de la dicha Sociedad).

Desde ya, si el P. Bianchetti “pontifica” que el novus ordo es per se algo malo (por ende, pecaminoso) ello es algo absolutamente cierto, lo cual no quiere decir que subjetivamente todos quienes celebren o participen de esa misa sean imputables de pecado.

La solicitud del P. Highton parece ser la de aquellas almas atormentadas por los “escrúpulos” causados por predicaciones como las del P. Bianchetti, pero no la búsqueda de la Verdad, de la naturaleza intrínseca del novus ordo, de la cual derivarían el juicio moral respecto a éste último y la actuación consecuente.

El P. Bianchetti distingue claramente la validez de la lictud,  deja claro cuáles son los elementos para la validez (existencia) del Sacramento y llega a la conclusión de que no se puede afirmar que la misa novus ordo sea, en principio, inválida. Sí va a explicar el porqué es ilícita. En otro pasaje afirmará como algo hipotético y no como principio, la posibilidad de la invalidez por falta de intención del Sacerdote, sobre lo que volveremos.

 

De las falsas refutaciones del P. Highton:


Primera falsa refutación: Lo que el P. Highton parece confundir aquí es la Misa como Sacrificio y el rito de la Misa. El P. Bianchetti, cuando refiere que la Misa tradicional es la Misa católica, alude al primer significado, oponiendo esa Misa católica a la que no lo será (misa novus ordo), no a los diferentes ritos de la Misa.

Segunda falsa refutación: lo lícito es lo que es ajustado a la ley (sea divina o humana, civil o eclesiástica, etc), pero conforme a Santo Tomás, ley es “una ordenación de la razón, para el bien común, promulgada por quien tiene cuidado de la comunidad' Aquino, Tomás de. S.Th., I-II, q.90, a.4. Y esa ordenación de la razón está en la naturaleza del hombre. Es a esta definción a la que apunta el P. Bianchetti.

Tercera falsa refutación: 1- claro que el P. Bianchetti se refiere a “fe protestante” como “creencia”, no está calificando en esta alusión la falsedad o veracidad de esa creencia. 2- aquí el P. Highton habla como si conociera el interior o los procesos mentales de los feligreses que asisten al novus ordo. La realidad -comprobable en forma estadística- es la de que las Iglesias se vaciaron en el entorno de la imposición de la nueva misa hasta llegar al grado de deserción actual nunca visto en la historia de la Iglesia. Si el abandono (o la apostasía) derivó en protestantismo, en cualquier otra falsa religión o lisa y llanamente en ateísmo no podemos cuantificarlo, pero en todo caso los elementos protestantes de la nueva misa fueron causa de este abandono. 3- no se trata de que exteriormente algo luzca apetecible sino de las rúbricas propias del novus ordo: los hongos más venenosos lucen muy coloridos exteriormente. 4- el P. Bianchetti dice por un lado que el propio rito pudiera tener un efecto en la (falta de) intención y que “uno” (está hablando de él y de los fieles avisados que no obstante acuden por verdaderos escrúpulos al novus ordo) puede dudar de la consagración. No se refiere aquí a la feligresía en general.

Sobre el tema de la intención, comencemos por recordar de que la intención es uno de los requisitos para la validez de los Sacramentos (Concilio de Trento, ses 7a, can 11). Esto es, no basta con que el Sacerdote lleve a cabo la forma, sino que debe tener la “intención”.

Al respecto, los teólogos han estado divididos: unos se basan en que basta con la realización seria y deliberada del rito exterior,  en que la Iglesia nunca se preocupó por conocer la intención interior y en que,  si tal fuera el caso, provocaría problemas de conciencia.

Pero otros sostienen que la intención interior es necesaria para la validez y se basan en el propio Concilio de Trento que considera que además de la materia y de la forma (por lo tanto, del rito exterior) se requiere la “intención de hacer lo que hace la Iglesia”. Por su parte, Alejandro VIII condenó la proposición que dice que “es válido el bautismo que es conferido por un ministro que observa todos los ritos externos y la forma del bautismo aun cuando en su interior piense en no hacer lo que hace la Iglesia” (Ds 2328).

Esto es, si bastara siempre con el rito exterior (como propugna el P. Highton), entonces la Iglesia no requeriría algo llamado “intención”. De tal suerte que si el Sacerdote piensa en no hacer el Sacramento, no lo estaría haciendo, lo estaría fingiendo.

Es ni más ni menos lo que dice el P. Bianchetti. Lo que "hace la Iglesia" es un Sacrificio por el cual se opera la transubstanciación. Los protestantes en sus celebraciones solo quieren hacer un “memorial” y el novus ordo, en cuya elaboración se solicitó la opinión de consejeros protestantes, trasunta esa idea.

La respuesta del Aquinate a la objeción de San Agustín que cita el P. Highton no viene al caso, pues él está hablando de la no creencia en los efectos del Sacramento (la cual no impide, ciertamente, la confección de este), al “ex opere operato”, no de la voluntad de no hacer el Sacramento.

Luego el P. Highton nos confunde con la llamada ‘intención virtual’. Cierto que la misma es suficiente para la confección, pero olvida decirnos que la intención virtual es continuación de una intención “actual” de querer hacer el Sacramento. Si ésta nunca se tuvo, mal puede haber una “virtual” (es decir, por más que en el medio el Ministro se haya “ido por los cerros de Ubeda”).

Cuarta falsa refutación: el P. Bianchetti recuerda correctamente las palabras de la forma en el Misal latino. Luego trae a colación un estudio sobre el Misal novus ordo y menciona que alguien sostiene la invalidez por el no uso del adjetivo “éste”, lo cual es desmentido (en forma condicional) por el Padre. Resulta que este “gravísimo yerro” en palabras del P. Highton, responde únicamente a que “esto” es la traducción corriente del Misal romano al español, por lo cual si la interpretación de más arriba fuera cierta, invalidaría el rito nuevo, al que tanto defiende.

Quinta falsa refutación: el P. Bianchetti recuerda correctamente cómo el Misal tradicional expresa la fórmula consagratoria. En efecto, en el Misal tradicional y para subrayar que se actúa ‘in persona Christi’, las mayúsculas vienen después del “tomad y bebed”, en cambio en el Misal nuevo estas últimas palabras se incorporan junto a las que son propias de la consagración, con lo cual no se distingue lo narrativo de la acción que se debe realizar.

Sexta falsa refutación: ya explicado en el párrafo anterior. No se trata de comparar textos in extenso sino de cómo estos están presentados, de si tiene puntuación luego del “Accipite, et manducate ex hoc omnes” como es el caso del Misal antiguo o de si esta frase se incorpora toda en mayúscula en las palabras consagratorias. No decimos que esto sea causa invalidante pero sí un factor más, entre muchos, para que el oficiante pueda no tener presente que actúa ‘in persona Christi’.

Séptima falsa refutación: ya contestado en el párrafo tercero. Santo Tomás explica cómo la intención virtual es suficiente, pero nada dice de si no se tiene la intención actual de hacer el Sacramento, sin la cual no puede haber intención virtual que es su continuación.

Octava falsa refutación: el P. Higthon pretende refutar al P. Bianchetti en cuanto a la ausencia de bandeja para la comunión, purificación de los dedos e inexistencia de “preservatio”. Y para ello cita la “tercera edición del Misal romano”. La “Institutio generalis” menciona la purificación de los dedos como condicionada a que “algún fragmento de la Hostia se haya adherido” pero nada se dice de la “preservatio” ni se prescribe la bandeja de comunión.


Conclusión:

Monseñor Lefebvre salvó el rito tradicional que nunca había sido abrogado pero se quería prohibir y desterrar de hecho para todo el mundo latino. De hecho “salvaron” (junto a Mons. de Castro-Mayer) a esa liturgia y a la doctrina verdadera. Si, mal que le pese al P. Highton, la FSSPX es el remanente fiel organizado (no descartamos que puedan existir clérigos que se opongan a los errores del Concilio Vaticano II y preserven la Misa tradicional, pero lo harán en forma particular y sin garantía de continuidad).

La ilicitud de la Misa nueva se debe ante todo a que es contraria a una doctrina “de fide tenenda” del magisterio ordinario, la Bula “Quo primum tempore” de San Pío V, el cual prohibió se modificara el rito por él codificado (por ello no es incorrecto denominar a la Misa tradicional como “Misa de San Pío V” en su honor). Lo que pretenden estas doctrinas infalibles es la protección del Dogma, esto es, aquello que -en este caso en la liturgia- es de Tradición apostólica. No significa esto que no se puedan hacer alteraciones a la liturgia por un Pontífice, pero siempre guardando el ”corpus”, aquello que impide se altere o ponga en peligro los dogmas católicos: Sacrificio eucarístico, transubstanciación, Presencia Real. Esto es lo que, lamentablemente, ha provocado el Novus ordo.

Aun así, somos de la opinión que, por provisión divina, la validez del rito nuevo no se ha visto afectada en su generalidad, siendo que Cristo prometió de “estar siempre con nosotros” (Mt 28, 20), lo cual no quita, nuevamente, que el rito nuevo sea malo en sí mismo, por desvirtuar el Sacrificio perpetuo.

martes, 16 de junio de 2020

Viganos

Esta entrada pretende ser una secuela de aquella otra en la que manifestábamos nuestra desconfianza en las pretensiones del ex Arzobispo Viganò en esa ocasión. De esta postura pública del ex Arzobispo a las más recientes ha habido una evolución  que lo aproxima a la postura de la Tradición verdadera pero que no obstante no deja de presentar algunas incógnitas que intentaremos despejar, de ahí el plural en el onomástico en el título. Todo lo cual hace inconveniente, nuevamente, la intención de los cismáticos del "Non serviam" para que la FSSPX se pronuncie apoyando al ex Arzobispo.

En el conciliarismo hay, si se puede afirmar, tres "vacas sagradas": el propio Concilio Vaticano II, el Novus Ordo Missae y la figura de Juan Pablo II (a la que algunos añaden -como algo inseparable- la de su fiel colaborador, el Cardenal Ratzinger, devenido en Benedicto XVI). Para que podamos decir que alguien es fiel a la Verdad y a la Tradición de la Iglesia debe haber superado las tres, y no sólo una o dos de ellas. 

Pues bien, el Viganò de la denuncia original no manifestaba una renuncia a ninguna de las tres "vacas sagradas", sólo una crítica a una de sus consecuencias (los abusos sexuales del clero) en la medida que, siguiendo a San Pablo, es dable ver en esas perversiones una previa defección en la Fe (aunque es justo distinguir, como lo hicimos, el pecado individual que no implica necesariamente esa defección, del pecado como institución, que supone también una desviación doctrinal instalada).

El Viganò del reciente texto deja de lado, de un plumazo, a la "vaca sagrada" del Concilio Vaticano II (en sus enunciados y en el pretenso diferente "espíritu", que en realidad vienen a constituir una misma cosa), a la "vaca sagrada" del Novus Ordo Missae ("El que tengamos una liturgia protestantizada y a veces incluso paganizada, se lo debemos a la revolucionaria acción de monseñor Annibale Bugnini y a las reformas postconciliares") y pensamos que también a la "vaca sagrada" de Juan Pablo II ("y creímos sinceramente que ver a Juan Pablo II rodeado por brujos sanadores, monjes budistas, imanes, rabíes, pastores protestantes y otros herejes era prueba de la capacidad de la Iglesia de convocar a todos los pueblos para pedir a Dios la paz, cuando el autorizado ejemplo de esta acción iniciaba una desviada sucesión de panteones más o menos oficiales, hasta el punto de ver a algunos obispos portar el sucio ídolo de la pachamama sobre sus hombros, escondido sacrílegamente con el pretexto de ser una representación de la sagrada maternidad") [ndr: notamos especialmente que el exArzobispo no le agrega el "San"]

Con respecto a Benedicto XVI, hay una suerte de disculpa hacia su figura: "Y si, hasta Benedicto XVI podíamos todavía pensar que el golpe de estado del Concilio Vaticano II (que el Cardenal Suenens llamó “el 1789 de la Iglesia”) estaba experimentando una desaceleración...", aunque la misma no está exenta de razones. El problema es que no visualiza que Benedicto XVI forma si se quiere  un tándem con Juan Pablo II, puesto de manifiesto en la constante evocación a la figura y a las acciones de este último por parte del primero (como queda claro en la reciente biografía que publicó Peter Seewald).

¿Cuál es entonces nuestra principal reserva para no cantar "victoria" con este "hijo pródigo" (tratando de que no se nos cuele la mala actitud del 'hermano mayor' de ese hijo pródigo)?: que  el texto no contiene una sóla mención a los únicos Obispos que se opusieron oficialmente a los desvaríos teóricos y prácticos que el menciona, los beneméritos Monseñores Lefebvre y Castro Mayer, omisión muy llamativa. Y en ello, mal que les pese a los del cisma del "Non serviam", es muy diferente a la valerosa actitud del Obispo filipino Monseñor Salvador Lazo.

Por último, no podemos dejar pasar la misiva que el exArzobispo Viganò enviara al presidente estadounidense Trump, país en el que ejerciera como Nuncio Apostólico. La misma nos parece más una expresión voluntarista que una meditada reflexión, puesto que dista de la explicación de San Agustín de las "dos Ciudades", por la cual mientras estamos en el tiempo no es posible saber con exactitud quiénes son los hijos reales y verdaderos de la "Ciudad de Dios" y quiénes de la "Ciudad terrena",  máxime tratándose del presidente de la principal potencia mundial, potencia que no se caracteriza precisamente por su humildad o por el "amor a la Verdad"...

viernes, 23 de noviembre de 2018

Claro comunicado de la FSSPX (23/11/2018)

Transcribimos primeramente el Comunicado de Menzingen fechado el día de hoy (traducción automática):

P. David Pagliarani, superior general de la Sociedad de San Pío X viajó a Roma por invitación del cardenal Luis Ladaria Ferrer, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Estuvo acompañado por el Padre Emmanuel du Chalard, mientras que el cardenal Ladaria fue asistido por Mons. Guido Pozzo, secretario de la Pontificia Comisión " Ecclesia Dei ".

La reunión que tuvo lugar  en las oficinas de la Congregación para la Doctrina de la Fe de 16.30 a 18.30 horas. Fue pensada para permitir que el cardenal Ladaria y el Padre Pagliarini se encontraran por primera vez juntos y hacer un balance de las relaciones entre la Santa Sede y la Sociedad de San Pío X desde la elección del nuevo Superior General en julio pasado.

Durante la reunión con las autoridades romanas, se hizo hincapié en que el problema subyacente es realmente doctrinal, y es inevitable tanto por parte de la Fraternidad como de Roma. Debido a esta irreductible divergencia doctrinal, durante siete años, todos los intentos de desarrollar un proyecto de declaración doctrinal aceptable para ambas partes no pudieron alcanzar los siete años. Por eso la cuestión doctrinal sigue siendo absolutamente una prioridad.

No es diferente de lo que dice la Santa Sede cuando afirma solemnemente que el establecimiento de un estatus jurídico para la fraternidad solo puede realizarse después de la firma de un documento doctrinal.

Por lo tanto, todo alienta a la fraternidad a reanudar la discusión teológica, consciente de que Dios no necesariamente lo requiere para convencer a sus interlocutores, sino para llevar el testimonio de la fe incondicional a la Iglesia.

El futuro de la fraternidad está en manos de la Providencia y de la Santísima Virgen María, como se muestra a lo largo de su historia, desde su fundación hasta nuestros días.

Los miembros de la Fraternidad no quieren nada más que servir a la Iglesia y cooperar eficazmente con su regeneración, hasta el punto de dar vida por su triunfo, si es necesario. Pero no pueden elegir las modalidades, los términos o los tiempos de lo que pertenece solo a Dios.



Menzingen, 23 de noviembre de 2018 -  (Fuente:  La porte latine , 22 de noviembre de 2018) 


Nos congratulamos de este Comunicado por su claridad.  Y sobre todo, porque se deja constancia, por primera vez en forma explícita, de que es Roma la que impone la firma de un documento doctrinal (y no una inversión de tendencia cismática que desconociera la autoridad de Roma para mandar cosas legítimas, i.e un marco canónico unilateral sin condiciones de ningún tipo). Aquí sí hay condiciones, y como no se puede arribar a un documento doctrinal "aceptable para ambas partes", como la integridad de la Fe debe pasar ante todo, se justifica el no llegar a un acuerdo. 
El "futuro de la FSSPX está en manos de la Providencia", más teniendo en cuenta, como se deduce de nuestra exégesis de los tiempos finales, que ella es la obra suscitada por Dios para alimentar a la Iglesia en el desierto.
Se ha criticado por los de siempre el parágrafo que dice que "todo alienta a la fraternidad a reanudar la discusión teológica, consciente de que Dios no necesariamente lo requiere para convencer a sus interlocutores, sino para llevar el testimonio de la fe incondicional a la Iglesia".  La reanudación de las conversaciones va de suyo si el obstáculo o la condición es el acuerdo doctrinal. Luego se alude a los efectos de las mismas, de las que podría resultar la rectificación por parte de Roma de sus errores, pero está claro que Dios puede remediarlo todo de otra forma (de hecho, por la escatología sabemos que será así), lo cual no impide la obligación de dar Testimonio, como ante cualquier persona que no tiene la Fe.

sábado, 15 de septiembre de 2018

Veganos


Esta vez dudamos en cuanto a salir al ruedo -contrastando con el prudente silencio oficial de la FSSPX en relación a las denuncias del Arzobispo Viganò- en tanto sería volver sobre aspectos ya elucidados desde esta bitácora. Pero puesto que no somos oficiales sino "oficiosos" -sólo en carácter de fieles de la FSSPX- y que a  los del cisma del "Non serviam" y a los de la herejía-cisma de la "Proditio" les llama la atención ese silencio, vayan nuestras consideraciones.

La crisis en la Iglesia no empezó con Francisco y si no enmarcamos las críticas a este último en un contexto de crisis de Fe que data de acaecida la muerte de Pío XII, con un punto culmen en 1969 con la instauración del Novus ordo missae -comienzo de la 'gran tribulación'- y cuyo final será por intervención divina no obstante los instrumentos humanos de los que El se valga, nada habremos entendido. 

El homosexualismo y sus tapaderas son en definitiva una crisis de Fe  la que, como acabamos de reseñar,  empezó hace más de cincuenta años. Así lo deja en claro San Pablo en sus Epístolas (Rm 1, 18-32) : "porque, habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, antes bien se ofuscaron  en sus razonamientos y su insensato corazón  se entenebreció: jactándose de sabios se volvieron estúpidos, cambiaron la gloria  del Dios incorruptible por una representación en forma de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos, de reptiles. Por eso Dios los entregó a las apetencias de su corazón hasta una impureza tal que deshonraron entre sí sus cuerpos; a ellos que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en vez del Creador, que es bendito por los siglos. Amén""Por eso los entregó Dios a pasiones infames; pues sus mujeres invirtieron las relaciones naturales por otras contra la naturaleza; igualmente los hombres, abandonando el uso natural de la mujer, se abrasaron en deseos los unos por los otros, cometiendo la infamia de hombre con hombre, recibiendo en sí mismos el pago merecido de su extravío."

Y no nos referimos a los pecados individuales de esta naturaleza (o contra naturaleza, como prefieran), de los que se puede rastrear su existencia ya no sólo desde antes del Concilio Vaticano II sino, si se quiere, desde los inicios de la humanidad. Nos referimos al "lobby", a las "redes", al "establishment", a la "logia conciliar" la que, puesto que ha perdido la Fé, no reconoce el pecado ni tampoco teme a su castigo.

Así pues, que quede claro que en la base de estos escándalos está la falta de Fé o más bien, la sustitución de la Fe en Dios por la del hombre: La religión del Dios que se ha hecho hombre se ha encontrado con la religión (porque lo es) del hombre que se hace Dios” (Pablo VI, Discurso de clausura del Concilio Vaticano II). Y si el hombre se hace Dios, puede disponer libremente de su ser y de su sexualidad...Y quienes, azuzados por las "redes" (esta vez aludimos a las que se propagan desde "internet") presentan estos casos como salidos de la nada o de ayer, están falseando la cuestión. 

Notese  que el mismo Mons. Viganò menciona en sus alegaciones a "San" Juan Pablo II, lo que evidencia que no quiere reconocer la raíz del problema. El "Santo" que proclamó que "todo hombre por la Encarnación está unido a Cristo" no nos está diciendo otra cosa que no importa cuál sea el pecado, ya hay salvación, sin necesidad de recurrir a la gracia.  Y así sus denuncias pasan a tener un mero aspecto de naturaleza ofendida, sin otra connotación a lo sobrenatural, y de reclamo de una "facción" (la "conservadora",  que sólo pone énfasis en la "vida" pero no en la "vida de la gracia" que presupone la Fe íntegra). 

Atento a ello, cabe preguntarnos a qué vienen los reclamos de los cismáticos y cismáticos-herejes para que la FSSPX se pronuncie. Si lo hiciera sin más, no haría otra cosa que sumarse a la prédica de los reduccionistas "conservadores", omitiendo el problema de fondo; y en cuanto a denunciar la raíz de los problemas que aquejan a la Iglesia,  ya está más que explicitada por su parte. Podrían alegar que el mal,  probado éste en toda la extensión que se denuncia (no nos olvidemos de ello), necesita publicitarse a fin de erradicarlo.

Pero tampoco ello resulta claro, desde que la solución propuesta (la "renuncia" del Papa) traería aparejada más dificultades que soluciones: las de tener que establecer, nuevamente, si la renuncia sería válida atento a que respondería a "presiones" (sumada a la de Benedicto XVI,  la que ya ofrece dudas); la elección de un nuevo Pontífice el que, a la vista de la composición del Colegio cardenalicio, no presenta buenos augurios; y por último, pero no menos importante, se vería como un elemento propio de los sistemas políticos y no de la Iglesia como institución divina, como bien lo han señalado otros.

Como siempre, los cismáticos y los cismáticos-herejes, quieren adelantarse a la Providencia. No nos dejemos embaucar por sus insidias, ni tampoco por las de los carnales faltos de Fe. Abstengàmonos de sus trampas, seamos veganos.

jueves, 12 de julio de 2018

Ya no habrá más tiempo



La FSSPX, reunida en Capítulo General, eligió un nuevo Superior General, que recayó en el P. Davide Pagliarani, así como a sus dos Asistentes, Mons. Alfonso de Galarreta y el P. Christian Bouchacourt. Hecho que no cambiará en nada la línea seguida hasta ahora por el grueso de la filas de la Tradición, con la sabia dirección de Mons. Bernard Fellay. Decimos bien el 'grueso',  porque los que se les 'unieron traidoramente' (Dn 11, 34) ya están afuera.

Decíamos en el post precedente que este es el tiempo de la "gran tribulación" (Mt 24, 21), tiempo que coincide con el testimonio de los dos Testigos, con una fase de predicación y otra de 'muerte espiritual' (falsa 'excomunión'). De esta última, se pasa a la 'resurrección'. Y puesto que la 'muerte' fue espiritual y consistió en una sanción canónica (nula), la 'resurrección' puede consistir en un reconocimiento canónico (esta vez legítimo) o bien en una reivindicación, cuya naturaleza desconocemos. En todo caso, un acontecimiento agraciado, presenciado por los enemigos de los Testigos, concomitante con un 'terremoto'  y la consecuente 'muerte' de un número de personas (Ap 11, 13) los que, siguiendo la interpretación de un amigo de esta casa,  podrían ser figurados, ya que así lo sugiere el escenario (la 'gran ciudad también llamada Sodoma y Egipto') y la cifra (de 'siete mil' perecidos).

Ahora bien, la mencionada cifra es un número completo, lo que da a entender la magnitud del acontecimiento, el que pensamos se trata del fin de la era de los gentiles, en la medida que son ellos los que pisotean el Templo durante "1260 días". Los "restantes" se dice que "dieron gloria al Dios del Cielo" (¿conversión de los verdaderos hebreos carnales?). Lo cual viene a coincidir con el "resplandor de su Venida" y la destrucción de las fuerzas anticrísticas. 

Esto que puede despistar un tanto, a causa de la simbología utilizada, no por ello deja de ser una realidad, que estamos presenciando y que está por ocurrir en lo que resta por suceder -lo decimos en forma asertiva- en un lapso no mayor a los cinco años. Vale decir, en este año o en estos años que siguen hasta el 2023 inclusive (si así no fuera, deberíamos revisar nuestra exégesis). 

Basten estas consideraciones para aventar cualquier clase de pensamiento mezquino (pseudo defecciones), ilusión terrena ('restauraciones' que no impliquen una intervención divina) o aparicionismo desquiciado (del tipo de "La Salette").  Y también, y esto nos lo decimos a nosotros mismos, cualquier posibilidad de 'experimentar con la Tradición',  ya que la catolicidad será diferente, no en lo esencial que es perenne sino en lo accesorio (con su centro en Jerusalén, nuevo culto, etc).

En las palabras inspiradas del Apocaleta, porque 'ya no habrá más tiempo' (Ap 10, 6).

miércoles, 11 de octubre de 2017

Visibiliter



Un concepto básico a tener en cuenta en este tiempo de confusión generalizada,  es el de que Dios actúa por instrumentos visibles.

Dios dejó una Iglesia visible, una estructura con una Cabeza visible y con miembros también visibles, en cuanto profesan la misma Fe, practican los mismos Sacramentos y están sometidos a la misma Jerarquía (cfr. la definición de "católico" del Catecismo de San Pío X). Tanto es así que no puede haber Iglesia sin Papa visible ("Ubi Petrus, ibi Ecclesia"), sucesor en la línea de Papas desde San Pedro. De ahí que no pueda nunca sostenerse -sin negar este dogma- la tesis "sedevacantista" y su variante "Papa materialiter" (el Papado es pleno y jurisdiccional). 

Distinto es el caso de sostener, en la coyuntura actual, que el Papa sigue siendo Benedicto XVI. Ello sería posible debido a una renuncia inválida, sea por no haber sido libre o por no haber querido renunciar al papado en forma plena, aunque esto sólo podría conocerse si el propio involucrado reivindicara para sí el papado (atención que aquí vale también lo que se alega para la invalidez, el reclamo debe ser del papado en forma plena, ya que no existe un papado "contemplativo" opuesto a otro "efectivo").

Para la resistencia (sin comillas) a la "Iglesia conciliar" Dios ha elegido también un instrumento visible: una comunidad de Sacerdotes y comunidades de Hermanos o de religiosos así como los fieles unidos a ellas. Esto no puede ser de otro modo. Sabemos que Dios no deja a nadie desamparado: “Yo fui joven, y ya soy viejo, y no he visto al justo desamparado, ni a su descendencia mendigando pan" (Salmo 37). Sabemos también que al comienzo de la "gran tribulación" (en la que estamos inmersos sin lugar a dudas) Dios enviaría a "dos Testigos" ("Testigos" y no "figuras" o "murallas", por tanto: católicos y no paganos, contemporáneos al "misterio de iniquidad" y no "obstáculos" que al ser removidos permiten su aparición, como se sostiene en cierto blog...). 

Y sabemos cuáles son las características que definen a esos "Testigos", similares a la de sus "tipos" bíblicos: 'restaurar el altar que estaba caído' (el rito sacrificial), 'reconciliar a los padres con los hijos' (llevar la Tradición a las nuevas generaciones), 'restaurar todas las cosas previo al Juicio del Señor' (restauración de la Iglesia), ser ejemplo de 'penitencia' (a través del mantenimiento de las "reglas" y la disciplina de las distintas vocaciones religiosas). La indumentaria (real o figurada): 'vestidos de saco' o de penitencia (la sotana y el hábito lo son). El derrotero: testimonial, 'muerte' (espiritual o "excomunión"), 'cadáver insepulto' ("irregularidad canónica"), 'resurrección'.  Sólo una comunidad visible reúne todas estas notas, y ella es la FSSPX (y comunidad de Hermanos o religiosos)

Entonces, la claridad conceptual y de actuación no provendrán de las tesis "sedevacantistas" o "materialiter", ni de los Obispos o Sacerdotes que fuera de una organización visible y reconocible se han transformado en "adalides" de un grupo reducido de seguidores (decimos bien "seguidores" y no "fieles", porque éstos lo son a una doctrina antes que a un "líder" o "maestro", y por ello la FSSPX cuenta con un "Superior General" que es elegido por un Capítulo, que no dura para siempre en su puesto y que no necesariamente es un Obispo de los cuatro que ordenara el fundador). Tampoco de los Obispos o Cardenales que en forma tardía reaccionan o pretenden hacerlo contra el mal instalado en el "Templo" (cfr. Ap 11) y que no califican como "Testigos".

domingo, 17 de septiembre de 2017

La subida a Roma



Nuestra breve crónica de la gran peregrinación de la FSSPX a Fátima la titulamos "subida a Fátima". De igual modo, la culminación de esa peregrinación, que protagonizaran Sacerdotes y fieles del Distrito de América del Sur visitando distintas localidades de Italia, la podemos denominar "subida a Roma" (Roma es el centro de la catolicidad y una de las notas de la Iglesia es la de ser, precisamente, "romana").

Sabemos que se encuentra próxima una reivindicación de la FSSPX, la que supone un llamado de Dios a "subir" dónde El está. Lo que no podemos determinar con certeza es la naturaleza de ese llamado, pero tampoco desconocemos  que la peregrinación a Fátima y su culminación (la que incluyó el oficio de la Santa Misa en Iglesias y Santuarios en Italia) constituyen en sí mismas un "subir" hacia dónde El está: donde quiso aparecer su Madre y donde quiso establecer la sede de su Iglesia y del Papado.

Tal "subida" es "a la vista de sus enemigos"  (Ap. 11, 12) y éstos no dejaron de manifestar su odio y su impotencia, incluso recurriendo a la difamación contra los Sacerdotes que permanecen fieles al legado de Monseñor Lefebvre. En particular, el odio se centró en ver cómo paso a paso la FSSPX logra hacerse ver y recupera espacios. Si en los ochenta o noventa se nos hubiese anunciado que Sacerdotes de la FSSPX oficiarían la Santa Misa tradicional en Iglesias y Santuarios en Italia o en cualquier otra parte, hubiésemos exultado esperanzados con la reanudación, en la cuna de la cristiandad, de aquél mismo Sacrificio que fuera desvirtuado y luego proscrito en los hechos en Roma y desde allí en todo el orbe. 

Pero claro, son las épocas de internet, el cual posibilita expresarse a los buenos (como los que gentilmente han colgado los estupendos vídeos y fotos de la gran peregrinación, a quienes agradecemos desde aquí) así como a los malos (como los cismáticos materiales seguidores del Obispo desertor con su deformada visión de las cosas). Y entonces vemos cómo el espíritu liberal de los discípulos de Coré se cuela aún entre las filas de la ya bastante depurada FSSPX. Así por ejemplo, es significativo observar cómo a algún pretenso sitio afín a la FSSPX se le "olvidó" reportar lo atinente a tan grandes eventos.

Y ante los hechos que hablan por sí solos nos encontramos con  la "excusa" de que estos indudables avances son a cambio de un supuesto "silencio". Esta perspectiva no sólo desconoce el valor infinito de la misma Santa Misa tradicional, capaz de irradiar y de distribuir gracias enormes aun cuando se la acompañe de un sermón "neutro", sino también el contenido de los sermones pronunciados tanto en Fátima como en Italia, los cuales fueron profundamente doctrinales, sólo que de doctrina que no es grata a todos los oídos: llamado a la santidad personal a imitación de los santos, llamado al martirio (la fidelidad al ideal de Monseñor Lefebvre es hoy una forma de martirio) y un recuerdo de la nota de la romanidad, con todo lo que ella evoca (sumisión necesaria al primado de Pedro en lo que es legítimo).

lunes, 11 de septiembre de 2017

Excelente artículo de un Sacerdote lúcido

La FSSPX y la conversión de Roma a la Tradición, por el Padre Paul Robinson, 15 de agosto de 2017 

(fuente: La Porte latine; traducción: lahondadedavid.blogspot.com)


Introducción



Como conclusión del Capítulo General de la Fraternidad Sacerdotal San Pio X en 2006, los miembros del capítulo hicieron una declaración, como es costumbre. Entre otras cosas, la declarción afirmaba:


“los contactos que ella tiene en forma casual con las autoridades romanas tienen como único fin el de ayudarlas a recuperar la Tradición que la Iglesia no puede desconocer sin perder su identidad, y no el de buscar un beneficio para ella misma, o el de alcanzar un imposible 'acuerdo' puramente práctico”



Esta afirmación muestra claramente que las relaciones de la FSSPX con Roma tienen un doble fin: la restauración de la Tradición y un beneficio para la FSSPX. Asimismo, que el fin ulterior o último de la restauración de la Tradición prima sobre el fin próximo del beneficio para la FSSPX. Sin embargo, desde 2006, hubieron muchos puntos de vista diferentes en cuanto a los medios a través de los cuales la FSSPX debe ayudar a la restauración de la Tradición en Roma. La discución se centra sobre todo en la cuestión de establecer si la restauración debe tener lugar primeramente en el plano práctico o en el plano doctrinal. Más precisamente ¿es mejor para la FSSPX aceptar un reconocimiento canónico “tal como ella es” o es mejor rechazar ese reconocimiento a fin de obligar a Roma a adoptar una doctrina tradicional? ¿Un reconocimiento canónico “tal como ella es” favorecería o impediría la restauración de la Tradición deseada por la FSSPX?


 Este artículo se propone estudiar dos posiciones divergentes sobre el tema, una en contra de un reconocimiento canónico “tal como ella es” y la otra en favor del mencionado reconocimiento. La finalidad de este artículo, tanto como la del artículo 'Unidad de Fe con el Papa Francisco', no es el de determinar cuándo y en qué circunstancias sería prudente que el Superior General de la FSSPX acepte un reconocimiento “tal como ella es”; su finalidad es más bien la de defender la posición pública de la Casa General según la cual el ser aceptados “tal como somos” constituye el criterio esencial para aceptar un reconocimiento canónico. Este artículo utiliza pues la expresión “tal como somos” en el mismo sentido que le otorga la Casa General, a saber, que la FSSPX pueda conservar la libertad de profesar abiertamente sus posiciones doctrinales, mantener sus prácticas litúrgicas y la de conservar sus propiedades y lugares de culto.


Dos aclaraciones Previas


Antes de entrar en los detalles, dos aclaraciones previas se imponen. La primera es que la FSSPX intenta, desde la reanudación de sus contactos con Roma en 2000, el obtener una restauración de la Tradición en los dos planos, práctico y doctrinal. Monseñor Fellay pidió el sostener discusiones doctrinales con Roma y pidió asimismo que se verificaran dos “prerrequisitos” prácticos antes que aquéllas comenzaran. Los prerrequisitos eran la libertad de la misa tradicional y el retiro del decreto de excomunión de los Obispos de la FSSPX. La declaración que citamos más arriba afirma que la realización de estos dos prerrequsitos “procuraría un grandísimo bien a la Iglesia al devolverle al menos una parte de su derecho a su propia Tradición”


Los “prerrequisitos” se han más o menos verificado y las discusiones doctrinales han tenido lugar. Sin embargo, el éxito en el plano práctico no ha encontrado eco en el plano doctrinal. Las autoridades romanas implicadas en las discusiones no estuvieron de acuerdo con la posición de la FSSPX -posición según la cual el Vaticano II se encuentra en tres puntos (libertad religiosa, ecumenismo, colegialismo) en ruptura con la enseñanza constante de la Iglesia. A pesar de esa falta de entendimiento, Roma quiso avanzar en el plano práctico, proponiendo el proyecto de una prelatura personal para la FSSPX, el que fuera ofrecido por primera vez en 2011.


Desde entonces, otros pasos prácticos hacia la restauración de la Tradición han sido dados. Se ha concedido a los sacerdotes de la FSSPX la jurisdicción ordinaria para confesar y un marco para obtener la autorización de celebrar los matrimonios en la debida forma canónica.


Sería bueno recordarles, a quienes se niegan a admitir que las relaciones entre Roma y la FSSPX son ahora diferentes a las que fueron antes, que Roma nada reconoció a la FSSPX durante el largo período que va de 1975 a 2007. Desde entonces, por el contrario, Roma ha cambiado ligeramente la línea que proseguía, y ello a fin de acercarse a la línea seguida por la FSSPX, la línea del “reconocimiento tal como ella es”. El hecho de que las concesiones de Roma hayan sido casi exclusivamente prácticas ha dado pie al debate “acuerdo doctrinal o acuerdo práctico”. Que ese debate, pues, no oscurezca la realidad evidente de que esas concesiones suponen una nueva situación. La cuestión no es ya la de “qué debemos hacer cuando Roma se opone a nosotros” sino más bien “qué debemos hacer cuándo Roma nos favorece”. No es sino en ese contexto que nuestra primera interrogante puede plantearse, a saber: ¿la FSSPX debe aceptar una restauración en el plano práctico o debe alcanzar primeramente una restauración en el plano doctrinal?


Lo cual nos conduce a nuestro segundo punto, que es el de que los pasos prácticos hacia una restauración de la Tradición no pueden estar del todo separados de los doctrinales, y viceversa.  Cada paso práctico hacia la regularización y la propagación de la Tradición será necesariamente un paso hacia la restauración de la doctrina tradicional; cada paso doctrinal dado a fin de corregir los errores del Vaticano II expandirá necesariamente la Tradición en el plano práctico. La única diferencia es que algunos pasos serán directamente prácticos e indirectamente doctrinales, mientras que otros serán directamente doctrinales e indirectamente prácticos. A fin de cuentas, es imposible separar la creencia tradicional de la praxis tradicional; es un todo. Así, cuando una parte se beneficia, la otra también necesariamente.


Consideren, por ejemplo, la posiblidad de una prelatura personal para la FSSPX que la dejara tal como ella es. El día que se produzca el reconocimiento, existirá en el seno de la estructuras canónicas de la Iglesia una organización mundial de sacerdotes y de religiosos tradicionales cuya posición oficial es la de sostener que el Concilio Vaticano segundo contiene errores que atentan contra los dogmas definidos por la Fe. El hecho de que Roma apruebe una organización tal y le permita continuar su bien conocida oposición a ciertos aspectos del Concilio sería un golpe terrible al Concilio.


Es por ello que el célebre escritor católico George Weigel le tiene horror a un eventual reconocimiento de la FSSPX “tal como ella es”. Para él, sería como consagrar el “derecho a estar en desacuerdo” para los católicos del mundo entero: “conceder al clero de la FSSPX la plena comunión con Roma y permitirles estar en desacuerdo sobre la libertad religiosa (y el ecumenismo) al hacer su profesión de Fe y su juramento de fidelidad, sería consagrar, por la extraña vía del ultratradicionalismo, un 'derecho a estar en desacuerdo' en la Iglesia” (1)


Aunque no compartamos su afirmación de que ello consagraría un derecho a estar en desacuerdo con toda la enseñanza católica, sí coincidimos en que ello consagraría un derecho a estar en desacuerdo con el Vaticano II. Resulta pues imposible que un reconocimiento canónico de la FSSPX no represente un paso hacia la condena de los errores del Vaticano II, aunque en sí no sea un paso doctrinal hacia la restauración de la Tradición sino más bien un paso práctico. Si la FSSPX fuera reconocida tal como ella es, su posición o si prefieren su profesión de Fe, sería ella también reconocida como católica.
 

Habiendo considerado estos dos puntos, podemos ahora volver a nuestra interrogante principal: ¿la FSSPX debería aceptar la etapa directamente práctica e indirectamente doctrinal hacia la restauración de la Tradición tal como resulta ser un reconocimiento canónico? ¿O bien la FSSPX debería concentrarse en obtener una etapa directamente doctrinal e indirectamente práctica hacia esa restauración?


La Posición de “esperar a que Roma se convierta”

Algunos han sostenido que un reconocimiento canónico, aun cuando supone beneficios en cierta medida , sería finalmente un inconveniente para la restauración de la Tradición. El razonamiento es el de que la FSSPX debería esperar a que Roma haga una declaración doctrinal que condene los errores del Vaticano II, que denominaremos el “razonamiento de la declaración doctrinal”. El que puede ser resumido así:


-“El fin perseguido es el de que la FSSPX recupere todos sus derechos en Roma” (2)

-La recuperación de esos derechos consistiría en una corrección sincera por parte de la Santa Sede “de los errores doctrinales que son la fuente de la crisis sin precedentes que padece todavía la Santa Iglesia”

-Así pues, “esta corrección es el fin buscado, fin en sí mismo y causa final, principio de todo el actuar consiguiente en el marco de las relaciones con Roma”

-Pero un reconocimiento canónico pondría en peligro ese fin último de dos maneras (3): -haría que la posición doctrinal de la FSSPX fuera una más de las opiniones entre tantas en el seno de la Iglesia conciliar de suerte que relativizaría esa posición doctrinal. -Introduciría el peligro de debilitamiento de la posición doctrinal de la FSSPX. -En suma pues, el reconocimiento canónico de la FSSPX impediría la restauración de la Tradición en lugar de ayudar a ella, así no habría que aceptarlo antes de que Roma haya firmado una declaración doctrinal que condene los errores del Vaticano II.


Lo primero a destacar de esta posición es la de que propone un criterio de discernimiento para el reconocimiento canónico de la FSSPX el cual resulta muy diferente al criterio de Monseñor Lefebvre (“tal como ella es”). Por tres razones, esta posición rechaza la condición “tal como ella es” como siendo inaceptable:
-No percibe al reconocimiento canónico como favorecedor de la restauración de la doctrina tradicional, sino que más bien la impediría
-No cree que la FSSPX estaría suficientemente protegida en su Fe por un reconocimiento “tal como ella es”
-No cree que la FSSPX tenga una obligación moral de aceptar un reconocimiento “tal como ella es”


Observemos más detenidamente estas tres razones.


1- El reconocimiento canónico “tal como ella es” como impidiendo la doctrina tradicional


Hemos mencionado más arriba que un reconocimiento canónico de la FSSPX constituiría un gran golpe contra la nota doctrinal de Vaticano II. El razonamiento de la declaración doctrinal, por el contrario, sostiene que una FSSPX regularizada canónicamente sería vista como que adhiere a una más de las opiniones sobre Vaticano II. Desde esta perspectiva, sería mejor para la FSSPX figurar como estando fuera de la Iglesia, puesto que ello le permite expresar con mayor claridad y que se le preste mayor atención a su posición.


Además de no reconocer de que la posición de la FSSPX ya es percibida como una opinión más -y las más de las veces como una opinión errada- esta posición parece ignorar el progreso normal de restauración de la Iglesia en tiempos de crisis. Lo normal es que haya tres estadios: la persecución, seguida de la tolerancia y luego del privilegio. Por ejemplo, el catolicismo fue perseguido por el Imperio romano; luego fue tolerado bajo Constantino, y por último devino la religión privilegiada del Estado bajo otros Emperadores cristianos posteriores. Para los católicos condenados a muerte y que no podían reunirse públicamente para practicar su religión, un estado de tolerancia religiosa era del todo deseable. No era un bien absoluto, sino relativo, y un paso hacia una situación mejor, en la cual la Fe católica sería la religión privilegiada por el Estado, como debe serlo.


Los Católicos pueden pedir la protección de la ley de parte de un gobierno de estilo pluralista y que preconiza la libertad religiosa. No están obligados a reclamar seguir siendo perseguidos hasta que el Estado se convierta a la Fe católica y establezca el catolicismo como religión de Estado.


Otro ejemplo es el de la crisis arriana, más ajustado que el primero puesto que se trata de una situación en la cual la mayoría de las persecuciones provenían del interior de la Iglesia. Durante un tiempo, los obispos católicos que profesaban la Fe católica eran exiliados por el Emperador y los obispos arrianos. Luego Juliano el Apóstata llegó al poder e hizo volver del exilio a todos los obispos católicos, con el fin de crear mayor cizaña en la Iglesia. Esta estrategia no funcionó ya que posibilitó un ambiente de tolerancia para la doctrina de la Divinidad de Nuestro Señor, la que fue seguidamente restaurada en su posición de privilegio como era debido y reconocida por el mundo católico como siendo enseñanza católica.


La posición de la declaración doctrinal quiere que la Tradición pase directamente de la persecución al privilegio. Quiere que Roma, después de haberla perseguido, la privilegie sin pasar por el estadio intermedio de la tolerancia. Y más aún, percibe el estadio de la tolerancia como nefasto para la Tradición más que como una ayuda. En resumen, aquí lo mejor es enemigo del bien. Puesto que la mejor salida (el privilegio) reluce tanto, el bien de la salida menos buena (la tolerancia) no es admitida.


Destaquemos al pasar que aún cuando la marginación que la FSSPX conoció estos cuarenta últimos años la ha protegido en cierta medida, parece difícil pretender que ha sido beneficiosa para la extensión de la posición de la FSSPX. Al contrario, la FSSPX fue colocada en un ghetto por sus enemigos para evitar que su posición se expandiera, y esta estrategia funcionó a la perfección.


2- El reconocimiento canónico “tal como ella es” como siendo un riesgo para la Fe de la FSSPX


Un segundo elemento de la posición de la declaración doctrinal es el de que la FSSPX, una vez integrada en la Iglesia conciliar favorecedora de herejías, no podría resistir el embate de los errores del Vaticano II. Lo que es preocupante en este elemento es que es sostenido citando a Monseñor Lefebvre (4) que dice: “ Lo primero que nos interesa es el de conservar la Fe católica. Ese es nuestro combate. Mientras que la cuestión canónica, puramente externa, pública en la Iglesia, es secundaria. Lo que importa es quedarse en la Iglesia...en la Iglesia, esto es en la Fe católica de siempre y en el verdadero sacerdocio, en la verdadera misa, en los verdaderos sacramentos, en el catecismo de siempre, con la Biblia de siempre” (5). Si esta cita es preocupante, es porque Monseñor Lefebvre era favorable claramente a un reconocimiento “tal como ella es”. Tomemos por ejemplo lo que dice en su sermón por los cuarenta años de su episcopado en octubre de 1987: “Si Roma en verdad quisiera darnos una verdadera autonomía, la que tenemos actualmente, pero con la sumisión, la querríamos; siempre quisimos estar sometidos al Santo Padre” (6)


Para hacer justicia a Monseñor Lefebvre, hay que conciliar la primera cita con la segunda. Si en la primera cita dice que la Fe es más importante que un reconocimiento canónico, él está pensando en una situación en la cual la FSSPX debiera aceptar la nueva misa o la libertad religiosa o algo parecido para obtener un reconocimiento canónico. No dice que si se concediera a la FSSPX un reconocimiento “tal como ella es” ella estaría perdiendo la doctrina tradicional y que en consecuencia sería preferible quedarse en un estado más seguro de marginación más que el aceptar un reconocimiento canónico en el cual la FSSPX podría conservar todas sus posiciones doctrinales.


En la primera cita, Monseñor Lefebvre dice que la FSSPX debe conservar la Fe católica como prioridad frente a un reconocimiento canónico si tiene que elegir entre los dos. En la segunda cita, dice que SI ella puede conservar la Fe, el verdadero sacerdocio, la verdadera misa, los verdaderos sacramentos, el verdadero catecismo, etc Y TAMBIEN poseer un estatus canónico, ella debería aceptar ambos.


Otro problema con la posición de la declaración doctrinal es que parece no reconocer los peligros para la Fe en que incurre la FSSPX permaneciendo durante décadas sin un reconocimiento canónico. Si pudiésemos dividir en dos bandos a los sacerdotes que se fueron de la FSSPX, uno de los que se fueron hacia la Resistencia y el sedevacantismo y el otro de los que se fueron hacia el Novus ordo, el primer bando es bastante más numeroso que el otro. El número desproporcionado de los ex sacerdotes de la FSSPX que perdieron la Fe en la visibilidad y en la autoridad de la Iglesia debería ser un indicio claro de que la situación anormal de la FSSPX, en sí, constituye un riesgo de perder la Fe en la Iglesia. La pretendida seguridad para la Fe que proporciona la irregularidad canónica nos parece pues, por el contrario, del todo precaria.


Como ejemplo particular de lo dicho, consideremos el tercer punto.


3- El reconocimiento canónico “tal como ella es” como siendo moralmente indiferente


La posición de la declaración doctrinal percibe al reconocimiento canónico “tal como ella es” como siendo moralmente indiferente (7). Esto equivale a decir que la FSSPX no tiene ninguna obligación moral particular en lo que concierne a la aceptación o al rechazo de un reconocimiento canónico en sí mismo. La Fraternidad estaría en libertad de rechazarlo por razones accidentales, razones que hacen no al reconocimiento canónico en sí mismo sino a circunstancias coyunturales. Ella estaría igualmente en libertad de condicionar de cualquier forma el reconocimiento canónico a por ejemplo la condición de la condena de los errores del Vaticano II.


Una imagen -sin duda insuficiente en muchos aspectos- podría ilustrarnos al respecto. Pongamos que un niño tiene un padre ebrio y que el padre le ordena de continuo al niño hacer cosas malas. Pero un día el padre le ordena al hijo que realice algo que restablezca un poco de orden en la casa. En esta ocasión, el hijo haría mal en decir que “a causa de vuestra ebriedad habitual, la orden que me dais es moralmente indiferente. Hasta tanto no os enmendéis de vuestra mala costumbre, es más beneficioso para mí el no aceptar vuestros actos de autoridad -aunque sean de los buenos que retomen el orden en la casa- ya que de esa manera soy un mejor testigo de la bondad de la sobriedad y puedo exigir de vos que os volváis sobrio en un estado de rechazo a la orden”
 

Por el contrario, el padre tiene siempre el derecho de exigir obediencia en todo lo que es bueno. El reconocimiento canónico de la FSSPX no es indiferente, es algo bueno, en tanto rectifica algo en la Iglesia que es injusto y anormal. Monseñor Fellay lo dijo en el número de Cor unum publicado en abril de 2014 : “en sí, el reconocimiento canónico es un grandísimo bien”. El hecho de que constituya un bien moral impone a la FSSPX una obligación moral de aceptarlo, si no implica un peligro para la Fe. El deber de conservar la FE es un deber de mayor jerarquía, pero el deber de mantener relaciones normales con el sucesor de Pedro no es facultativo.


Monseñor Lefebvre lo dijo de manera implícita:
“El principio fundamental del pensamiento y de la acción de la Fraternidad en la dolorosa crisis que la Iglesia atraviesa es el principio enseñado por Santo Tomás de Aquino en la Suma teológica: no oponerse a la autoridad, salvo en peligro inmediato para la Fe” (8)
 

En resumen, la posición de la declaración doctrinal erra cuando cambia el criterio para el reconocimiento canónico desde aquél que dice que “la FSSPX debe poder conservar la Fe tradicional” hacia aquél que dice que “Roma debe profesar la Fe tradicional”. Las razones que alega para demostrar que el reconocimiento “tal como ella es” impediría la restauración de la Tradición se derrumban cuando son examinadas, y en su mérito, el razonamiento pierde toda su fuerza.


La posición de Monseñor Lefebvre


Nos resta por considerar la posición de Monseñor Lefebvre en favor de un reconocimiento “tal como ella es”. Lo que debemos evitar en estas consideraciones es el de aislar las citas del arzobispo para a continuación construir todo un argumento en torno a ellas. Es más provechoso descubrir los principios que motivaron a Monseñor Lefebvre y el cómo ha sido fiel a esos principios a lo largo de su vida.


Debemos mirar en particular la visión de Monseñor Lefebvre respecto del rol de la FSSPX y cómo esa visión se ha visto plasmada en las negociaciones que él llevó a cabo con Roma acerca del estatus de la FSSPX en la Iglesia.


La restauración de la Iglesia por medio de los sacerdotes


Es importante comprender que la visión de Monseñor Lefebvre para la FSSPX data de antes del estallido de la crisis en la Iglesia. Ya en los años 50, ansiaba trabajar para la restauración de la Iglesia. El gran medio para esta restauración e incluso el único medio en su mente, era el sacerdocio. El sacerdocio, conferido por el sacramento del Orden, es la última fuente de orden en la Iglesia y se encuentra ligado en esencia al supremo acto que re ordena al mundo caído, el Santo Sacrificio de la Misa. Es esta visión la que se encuentra en la base del famoso sueño que Monseñor Lefebvre tuvo en la catedral de Dakar en los años 50: “Ante la progresiva degradación del ideal sacerdotal , trasmitir en toda su pureza doctrinal, en toda su caridad misionera el sacerdocio católico de Nuestro Señor Jesucristo...¿Cómo llevar a cabo lo que se me presentaba entonces como la única solución para la renovación de la Iglesia? Era aún un sueño, pero en el cual se me presentaba ya la necesidad no sólo de trasmitir el sacerdocio auténtico, no sólo la sana doctrina aprobada por la Iglesia sino también el espíritu profundo e inmutable del sacerdocio católico y del espíritu cristiano unido esencialmente a la gran oración de Nuestro Señor que expresa eternamente su sacrificio en la Cruz” (9)


Es a causa de esta visión que al fundar la FSSPX, Monseñor Lefebvre le otorgó como finalidad primera la del “sacerdocio y todo lo que dice relación con él y sólo lo que lo concierne” (10) “Somos una Fraternidad sacerdotal. El carácter esencial de nuestra Fraternidad es de naturaleza sacerdotal. Esa es su finalidad” (11)


En la mente de Monseñor Lefebvre era importante que la FSSPX sea fundada no sobre una base negativa sino sobre una base positiva. La FSSPX no fue fundada para oponerse a Roma y al Concilio. Para Monseñor ello no habría sido conveniente. Fué fundada sobre todo para llevar a cabo una obra positiva, a saber la formación de buenos sacerdotes:
“[La Fraternidad San Pío X] no nació de una idea contestataria, una idea de oposición. ¡Bajo ningún concepto! Ella nació de la manera que creo que las obras de la Iglesia pueden nacer perfectamente, es decir, de una necesidad que se presentó: la necesidad de asegurar la buena formación de los sacerdotes”


Monseñor Lefebvre no fundó la FSSPX para resolver la crisis en la Iglesia. El deseaba que la FSSPX contribuyera a la restauración de la Iglesia, por supuesto, pero en tanto que Fraternidad sacerdotal. Al aprobar los estatutos, la Iglesia no confió a la FSSPX la misión de restaurar a la Iglesia; la FSSPX no cuenta con los medios para restaurar a la Iglesia porque ello pertenece a Roma; y su fundador no la constituyó con el fin inmediato de restaurar a la Iglesia. Como tal, la contribución a la restauración de la Iglesia no es más que su finalidad última, en tanto que la formación de buenos sacerdotes constituye su finalidad primera.


Esta distinción es importante. Si la finalidad primera de la FSSPX fuera la restauración de la Iglesia, sería necesario que adopte todos los medios para obtener ese fin, sin concentrarse en la formación de buenos sacerdotes. Pero puesto que su finalidad primera es la formación de buenos sacerdotes, entonces el medio por el cual ella contribuye a la restauración de la Iglesia se encuentra grabado en el mármol y no puede cambiar, al menos si la Fraternidad desea permanecer fiel a su identidad.


El cómo una Fraternidad sacerdotal restaura la Iglesia


Podríamos preguntarnos el cómo, en concreto, una Fraternidad sacerdotal trabaja para la restauración de la Iglesia. Ya mencionamos la visión de Monseñor Lefebvre en general: formar sacerdotes con una pureza doctrinal y una caridad misionera. ¿Cómo dichos sacerdotes pueden sobrellevar la más grave crisis de la Iglesia que el mundo haya conocido?


Las afirmaciones más claras de Monseñor Lefebvre a ese respecto se encuentran en la primera conferencia que dió en el retiro de Pascua que predicó poco tiempo antes de las ordenaciones episcopales. ¿Podemos considerar a esta conferencia de abril de 1988 como la otra mitad del sueño de Dakar?


En esta segunda mitad del sueño, el fundador de la FSSPX entrevió cómo su Fraternidad sacerdotal se ubicaría en posición de obrar eficazmente a la restauración de la Tradición. Todo comenzaría con un reconocimiento canónico “tal como ella es”. Acto seguido, gracias a este reconocimiento, la FSSPX vería cómo le es concedido un oficio en Roma. Luego de esto, en un momento dado, le seguiría una iglesia de la FSSPX en Roma, elegida de entre las tantas iglesias romanas que no son utilizadas. Acto seguido, un seminario de la FSSPX en Roma, el cual atraería muchas vocaciones de todas partes del mundo. Y puesto que la mayoría de obipsos es elegido de entre los sacerdotes formados en seminarios romanos, muchos de los sacerdotes ordenados en el seminario romano de la FSSPX se volverían obispos y ocuparían diócesis en todo el mundo. ¿Y la restauración de la Tradición? En un momento dado, gracias a la presencia de la FSSPX en Roma, al seminario romano de la FSSPX, a los sacerdotes y a los obispos romanos de la FSSPX, Roma retomaría nuevamente su propia Tradición.


“Es un lindo sueño” dice Monseñor. “¿Pero quién sabe?” Es un sueño que se alinea perfectamente sobre el concepto que tenía Monseñor Lefebvre de la Fraternidad sacerdotal que él fundó: formar buenos sacerdotes que profesen la Fe íntegra y, por ello mismo, ayuden a restaurar a la Iglesia.
  

Conclusión


Monseñor Lefebvre creía en el poder de los sacerdotes bien formados para restaurar a la Iglesia. Por esta razón fundó una Fraternidad sacerdotal que pretende formar sacerdotes conocidos por la pureza doctrinal y por su caridad misionera. La Iglesia misma, al aprobar el estatuto de la FSSPX, le confió esa misma misión de formar buenos sacerdotes, y tiene las herramientas necesarias para cumplir esa tarea. Pero desde la supresión ilegal de la FSSPX en 1975, fue puesta en una situación irregular, rechazada por las autoridades eclesiásticas e impedida de expandirse tanto cuanto quisiera. Puesto que Monseñor Lefebvre fundó a la FSSPX para la formación de buenos sacerdotes y puesto que un reconocimiento canónico “tal como ella es” permitiría a la FSSPX extender su obra de formación de buenos sacerdotes, es por tal razón que Monseñor Lefebvre era favorable a un reconocimiento canónico “tal como ella es”.


En cuanto a aquellos que tienen la posición de la declaración doctrinal, perciben la finalidad inmediata de la FSSPX como siendo la restauración de la Iglesia y no consideran que un reconocimiento “tal como ella es” favorece esa restauración. Desearían utilizar el estado de supresión canónica en la cual se encuentra la FSSPX como un medio para ejercer presión sobre Roma, a efectos de que ésta condene los errores del Vaticano II. Al preconizar esta posición, tienen una visión en la cual la FSSPX no contribuye a la restauración de la Iglesia principalmente a través de la formación de sacerdotes que profesan la Fe, sino más bien por la presión que ejercen sobre Roma para que ésta profese la Fe.
 


Notas

(1) https://www.firstthings.com/web-exclusives/2017/04/lets-not-make-a-dealat-least-this-deal
(2) Esta cita y las dos siguientes son extraídas del Correo de Roma, mayo de 2017, "¿Por un acuerdo doctrinal?"», §2.
(3) Cf. Ibid., §§28-29.
(4) Citado en Ibid., §29.
(5) Conferencia espiritual en Écône, 21 de diciembre de 1984.
(6) Angelus magazine, noviembre de 1987, p. 8.
(7) Ver Correo de Roma, mayo de 2017, « Por un acuerdo doctrinal ? », §28.
(8) Carta a los amigos y benefactores de Estados Unidos,  28 de abril de 1983.
(9) Itinerario espiritual, p. iii.
(10) Regla de la FSSPX
(11) Santidad sacerdotal, p. 444 ; las páginas 437-481 resultan una lectura imprescindible para esta discusión                                                              
(12) Santidad sacerdotal, p. 439.