Nos solicitaron que profundizaráramos en el concepto de "Juicio de las Naciones", lo que haremos a continuación, no obstante advertir sobre la dificultad del tema, que se encuentra ligado al no menos conflictivo del "milenio" y sobre lo aséptico que puede parecer su tratamiento, consecuencia no buscada de una circunstancia que está en los planes de Dios y que no reviste un carácter condicional, el que sólo puede aspirar a cumplir una función de advertencia.
El decubrimiento del concepto vino de la lectura del P. Benjamín Martín Sánchez, canónigo de la Catedral de Zamora, el que nos dice: "Este es uno de los temas que más se repiten en la Biblia; el Escriturista Padre García Ramos, aclara el término de la siguiente manera:
"Así como hay dos maneras de juicio de muertos, que son el particular (después de nuestra muerte) y el universal (en el juicio final), así hay dos maneras de juicio de vivos, que son, asimismo, el particular y el universal, según que el Señor haga el castigo contra una sola nación (Día del Señor contra Egipto, contra Jerusalén, contra Babilonia, etc.) o bien de todas a la vez ("Día del Señor contra toda la gente o naciones").
Por lo tanto, el juicio universal de vivos o de toda la gente o naciones es el que tendrá lugar en el llamado Día del Señor; es el que se nos describe con frecuencia en los Libros Sagrados con carácter colectivo y social para el fin de los tiempos. En este Juicio Divino serán sometidos todos los hombres y todos los pueblos.
Las descripciones de algunos juicios particulares desencadenados por Dios contra los pecados de los hombres, por ejemplo la destrucción de Jerusalén por los ejércitos romanos, y que se encuentra narrada por el historiador Flavio Josefo, es algo terrible que no se compara en nada con lo que será el Juicio de las Naciones. Veamos lo que dice la Biblia:
Isaías XXIV, 1, 6:
"He aquí que el Señor devastará la Tierra y la dejará asolada, trastornada la superficie de ella y dispersará a sus habitantes . . . La Tierra está profanada por sus habitantes, pues han traspasado las Leyes y violado sus Mandamientos . . .por eso la maldición devora a la Tierra, Y QUEDARÁ SOLAMENTE UN CORTO NÚMERO".
El pensamiento del Profeta es claro: La Tierra se encuentra profanada por sus habitantes, por lo que será devastada y quedará un corto número, por lo cual es evidente entonces que no termina el mundo.
Jeremías XXV, 30 y ss; XXX, 23-24:
". . . Ruge el Señor desde lo alto y desde su santa morada hace oír su voz . . . contra todos los habitantes de la Tierra. Hasta los cabos del orbe el estruendo, PORQUE EL SEÑOR ENTRA EN JUICIO CON LAS NACIONES para juzgar a todos, para entregar a los impíos a la espada, palabra del Señor. Así dice el Señor de los Ejércitos: He aquí que el mal pasará de una nación a otra y un gran huracán se desencadenará desde los extremos de la Tierra . . . He aquí que se desatará el torbellino de Yahvé, tempestad furiosa que se precipita y descarga sobre la cabeza de los IMPÍOS. No se calmará el ardor de la Ira del Señor hasta realizar y cumplir sus designios. VOSOTROS LOS CONOCERÉIS AL FIN DE LOS TIEMPOS".
Miqueas IV, 1-3:
"Al fin de los tiempos . . . juzgará a muchos pueblos y ejercerá la justicia sobre las NACIONES poderosas y hasta las más lejanas".
Salmos 109, 5-6; 149, 7-9:
"Cerca está EL DÍA GRANDE DEL SEÑOR; próximo está y llega con suma velocidad . . . día de Ira es aquel, día de angustia y aflicción, día de devastación Y DE TINIEBLAS".
Como habíamos dicho anteriormente, el Día del Señor que el Profeta anuncia, será el Juicio sobre todas las Naciones, que reciben su castigo mientras que Israel, purificado por el cautiverio, se convertirá a Yahvé.
Joel II,2; III, 12-17:
"Tiemblen los habitantes de la Tierra que se acerca el día de Yahvé. DÍA DE TINIEBLAS Y OSCURIDAD . . . que se alce la gente y marche al Valle de Josafat (Valle del Juicio), que ahí me sentaré a juzgar a los gentiles de en derredor . . . porque su iniquidad es grande . . . el sol y la luna se oscurecen y las estrellas pierden su brillo . . . ."
Zacarías XIII, 8-9:
"Y sucederá en toda la Tierra, dice el Señor, DOS PARTES de ella serán dispersadas y perecerán, y la tercera parte quedará en ella. Esta tercera parte LA HARÉ PASAR POR EL FUEGO, y la purificaré como se purifica la plata, y la acrisolaré como es acrisolado el oro. Ellos invocarán mi nombre, y yo los escucharé propicio. Yo diré: Pueblo mío eres tu; y el dirá: Tu eres mi Dios y Señor".
San Pedro en su segunda carta y en su capítulo III, 5-7, dice:
"Así como un día desapareció el mundo destruido por las aguas del diluvio, así otro día los Cielos y la Tierra serán purificados por el fuego, y en ese día perecerán los impíos".
En resumen, la idea de un castigo universal sobre la Tierra debido a los pecados de los hombres, aparece claro en los Profetas, según se ha demostrado, así como la selección de un corto número que saldrá purificado de esa gran prueba.
El Juicio de las Naciones llegará porque está decretado; y que este Juicio o castigo al mundo, predicho desde hace miles de años, se cumplirá hoy y ahora, es una verdad constantemente manifestada en los mensajes marianos y en la realidad histórica en que nos ha tocado vivir. Por tanto, el tiempo que queda es corto, más corto de lo que pensamos . . . el que quiera entender, que entienda.
Respecto a lo que nos dice el Apocalipsis (VI, 12-17), y también los Evangelios por Jesucristo al revelarnos con gran claridad lo expuesto por los mismos Profetas, de que "habrá señales en el Sol, en la luna, en las estrellas, y sobre la Tierra perturbación de las Naciones, aterradas por los bramidos del mar y la agitación de las olas" (Luc.XXI, 25), se suele preguntar: ¿hay que tomar estas expresiones en forma literal? Muchos exégetas ven en estas expresiones proféticas, metáforas para expresar tiempos duros y calamitosos; mas sin embargo, creemos que no hay inconveniente en admitir que se realicen según se anuncian y profetizan, pues así como la primera venida de Cristo, cuando El moría en la Cruz, "hubo oscuridad sobre la Tierra desde la hora sexta hasta la hora nona", y la Tierra tembló y se rajaron las rocas (Mc.XV, 33; Mt. XXVII, 52) y ello se cumplió a la letra, ¿Porqué no habrá de cumplirse también literalmente los anuncios relativos a la Parusía?"
El concepto queda claro, la dificultad radica en ubicar dicho evento en los acontecimientos finales. Unos disocian al "Juicio de las naciones" de la Venida o Parusía de Cristo para el Juicio final y así parece surgir de algunas líneas exegéticas como la que efectuamos aquí, en consonancia con el más puro alegorismo en relación al "milenio". Otros, como el mismo P. García Ramos, sostienen que dicho Juicio de vivos es ya la Venida de Cristo, en su primera etapa (la segunda, mediando un tiempo de paz entre las dos que algunos llaman "milenio" pero que podría ser sólo un "milenio discontinuo", sería el Juicio de muertos) y lo relacionan con la profesión de Fe del Credo: "vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos".
En todo caso, parece haber distintos momentos en esa "primera etapa". La secuencia sería la que sigue: el primer acto, la destrucción del Anticristo por el "soplo de su boca" o el "resplandor de su Venida", que es "visto" por las naciones. El segundo acto, las señales cósmicas: "cuando te extinga cubriré el cielo..." (Ezequiel 32, 7) y que explica el porqué los israelitas se alumbrarán con la quema de las armas que quedaron en el campo de batalla por siete años (Ez 39, 9). El tercer acto sería propiamente el "día grande y terrible" (Joel 2, 31).
El problema mayor es compaginar estos datos con lo sorpresivo de la Segunda Venida ("como en los tiempos de Noé", "vendré como ladrón en la noche", parábola de las diez Vírgenes). Ello podría resultar si la destrucción de todas las naciones -exceptuado el resto que quede- fuere simultánea a la destrucción del Anticristo, esto es a los 1260 'días' en el cómputo del profeta Daniel. Pero en contra de ésto tenemos que las señales cósmicas y los "bramidos del mar" tienen un efecto de atemorizar a los "reyes, tribunos, ricos, fuertes, siervos, libres" (nótese que éstos se esconden de la 'vista' del Cordero) los cuales entonces, como dijimos en el párrafo anterior, sobrevivieron al Anticristo.
En todo caso, parece haber distintos momentos en esa "primera etapa". La secuencia sería la que sigue: el primer acto, la destrucción del Anticristo por el "soplo de su boca" o el "resplandor de su Venida", que es "visto" por las naciones. El segundo acto, las señales cósmicas: "cuando te extinga cubriré el cielo..." (Ezequiel 32, 7) y que explica el porqué los israelitas se alumbrarán con la quema de las armas que quedaron en el campo de batalla por siete años (Ez 39, 9). El tercer acto sería propiamente el "día grande y terrible" (Joel 2, 31).
El problema mayor es compaginar estos datos con lo sorpresivo de la Segunda Venida ("como en los tiempos de Noé", "vendré como ladrón en la noche", parábola de las diez Vírgenes). Ello podría resultar si la destrucción de todas las naciones -exceptuado el resto que quede- fuere simultánea a la destrucción del Anticristo, esto es a los 1260 'días' en el cómputo del profeta Daniel. Pero en contra de ésto tenemos que las señales cósmicas y los "bramidos del mar" tienen un efecto de atemorizar a los "reyes, tribunos, ricos, fuertes, siervos, libres" (nótese que éstos se esconden de la 'vista' del Cordero) los cuales entonces, como dijimos en el párrafo anterior, sobrevivieron al Anticristo.
A esta dificultad podemos ofrecer dos soluciones provisorias, que no son imcompatibles entre sí: 1) todos los eventos que relatamos ocurren uno tras otro como formando un mismo acontecimiento (es lo que pensaba Santo Tomás de Aquino el cual evocaba los crujidos que no se distinguen de la caída de una montaña); 2) el evento que coincide con el cumplimiento de los 1260 'días' no será percibido por las naciones como un castigo divino sino como un fenómeno natural, pero esto no cuadra con los restantes datos: corolario de la destrucción de Gog, en el cual las naciones reconocen en ese castigo la "mano de Yahvé" y el temor de todos a que hicimos referencia, si bien queda claro que éstas manifestaciones no implican necesariamente una conversión sino simplemente el reconocimiento del poder divino (de hecho, Ap. 15, 21 dice que los hombres "blasfemaron de Dios" por la plaga del granizo de la séptima copa).
De acuerdo a esto, la expresión "uno será tomado y el otro dejado" de Mateo 24, 40 pudiera hacer referencia a los que son 'tomados' (muertos) y a los que son 'dejados' (como sobrevivientes) en concordancia con lo que se deja dicho en Mateo 13, 30 en relación a la cizaña y al trigo; no obstante, también pudiera hacer alusión a que los 'tomados' son los que salen al encuentro de Cristo en su Venida (los "arrebatados" de 1 Tes 4, 16) y los 'dejados' son los destinados a la ira divina.
De acuerdo a esto, la expresión "uno será tomado y el otro dejado" de Mateo 24, 40 pudiera hacer referencia a los que son 'tomados' (muertos) y a los que son 'dejados' (como sobrevivientes) en concordancia con lo que se deja dicho en Mateo 13, 30 en relación a la cizaña y al trigo; no obstante, también pudiera hacer alusión a que los 'tomados' son los que salen al encuentro de Cristo en su Venida (los "arrebatados" de 1 Tes 4, 16) y los 'dejados' son los destinados a la ira divina.
Así las cosas, como decía el P. Benjamín Martín Sanchez, la posibilidad de vernos aquí y ahora en vísperas de la "siega" es tal que debe extremar en nosotros el mandato evangélico de "velar y orar" -que en eso consistiría el "aceite" en la parábola de la diez Vírgenes- de modo de ser contados entre los que salgan indemnes -a la manera de los tres jóvenes del relato del libro de Daniel- del "Juicio de las naciones".